Los restaurantes de Ciudad de México no son culpables

Los que han invertido en CDMX en restaurantes y hoteles se enfrentan al rechazo de la población algo que podría afectar la economía de la capital.
Por Juan Pablo Spinetto
18 de julio, 2025 | 08:40 AM

“Vuélvete a tu país”, gritaba enfurecida la muchedumbre, al tiempo que lanzaba amenazas e insultos a los aterrorizados comensales.

La más reciente protesta contra la gentrificación y los visitantes extranjeros en Ciudad de México desembocó en violencia, con 46 establecimientos destrozados y conmocionando a residentes y turistas por igual. La causa formal era protestar contra el aumento de los alquileres y el desarrollo comercial descontrolado en los barrios de moda de la ciudad, pero el resultado puso al descubierto una realidad más cruda: México podría no ser el oasis de tolerancia y amistad hacia los extranjeros que todos creíamos.

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Si bien la capital de México no es la única en enfrentarse a una revuelta contra el turismo, el tono xenófobo de esa marcha de comienzos de julio, con el inevitable “gringo go home” como consigna, dejó una huella indeleble.

Cuando falta menos de un año para el inicio de la Copa del Mundo en el Estadio Azteca, las escenas de indefensos clientes y empleados de restaurantes que sufren los ataques de las hordas sin que las autoridades actúen están dañando la reputación de Ciudad de México como una de las metrópolis más cosmopolitas del planeta.

Urge reparar este daño.

Desafortunadamente, la débil respuesta del gobierno capitalino, que parece más interesado en usar la gentrificación como arma política contra el distrito opositor donde se realizó la marcha, hace pensar que el conflicto apenas empieza. Está prevista una segunda protesta para el 20 de julio.

La industria de la hostelería y de los restaurantes se ha transformado en blanco de polémicas, tal vez por su gran visibilidad frente a otros actores, como los promotores inmobiliarios.

Ciudad de México, desde hace mucho tiempo un destino predilecto para el turismo cultural y gastronómico, ha resurgido de la pandemia como uno de los grandes ganadores de la oleada de nómadas digitales.

Sus establecimientos, desde los de alta cocina hasta los puestos callejeros, no son solamente pilares de una de las escenas culinarias más excitantes del planeta, sino una de las razones por las cuales en 2024 recibieron a más de 14 millones de visitantes.

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El mes pasado, Richard Hart, considerado uno de los mejores panaderos del mundo, abría su primer local fuera de Europa en la colonia Roma Norte, afirmando que México “está en su mejor momento”.

Por eso, castigar a los restaurantes por la gentrificación, como hicieron los grupos radicales durante la marcha, no solo es injusto, sino que perjudica a una industria clave justo cuando la inversión privada en México cae, se destruyen empleos y más de 30.000 empresas formales han desaparecido en el último año.

Es comprensible que haya molestia por el alza de precios y el desplazamiento de restaurantes familiares por opciones de lujo orientadas a turistas. Pero en una ciudad con más de 60.000 restaurantes, bares y cantinas, hay espacio para todos los gustos y bolsillos.

El sector se fortalece gracias a su espíritu emprendedor, creatividad e inversión privada, que le permiten sortear obstáculos impuestos por el Gobierno.

Restauranteros se quejan de trámites burocráticos, extorsiones disfrazadas de inspecciones, aumento de costos y escasez de personal calificado. Con una caída del 3,5% en el turismo internacional el año pasado y una ocupación hotelera de apenas 65%, es difícil hablar de turismo excesivo.

A pesar de contar con más establecimientos, el sector no ha recuperado niveles prepandemia y enfrenta menor consumo, inflación y una economía estancada, según Jack Sourasky Olmos, director de Canirac en Ciudad de México.

“Los reclamos vecinales son legítimos. Lo que hicieron mal es que la gentrificacion se use como excusa para criminalizar a todo el sector restaurantero u hotelero. Todos fuimos agredidos simplemente por operar un restaurante en una zona turistica”, me dijo. “Esto va a ahuyentar al turismo”.

Frente a los grandes retos de México, desde la inseguridad hasta su relación con Donald Trump, algunos podrían ver este conflicto como menor.

Se equivocan.

México es el sexto país más visitado del mundo y el turismo representa casi 9% del PIB. La capital se ha posicionado como sede de eventos globales como la Fórmula Uno y el Día de Muertos. Renunciar a esa estrategia sería un error.

Parte del desprecio expresado contra los estadounidenses puede ser una reacción inevitable a la retórica antimexicana que domina en EE.UU. Como extranjero con casi una década en Ciudad de México, siempre me he sentido bienvenido (bueno, salvo se maneja).

Sin embargo, las encuestas revelan un malestar real. Según Alejandro Moreno para El Financiero, el 51% considera que la llegada de extranjeros perjudica a la ciudad; solo el 41% cree que es beneficiosa. Los políticos no deben avivar ese resentimiento por conveniencia.

Ni siquiera se necesitan actos violentos para ver que la gentrificación despierta pasiones. Desde la marcha, la prensa local ha publicado más de dos docenas de columnas.

Desde visiones nostálgicas hasta análisis técnicos bien fundamentados. Como escribí el año pasado, la solución exige planificación urbana, inversión en transporte y servicios, y sobre todo, más vivienda. En 2023, se construyeron apenas 1.157 viviendas en una ciudad con más de 9 millones de habitantes.

Nada de esto es culpa de los restaurantes, hoteles o promotores, convertidos en chivos expiatorios.

En lugar de ceder ante los prejuicios o ignorar los excesos de los manifestantes, quienes se preocupan por el carácter de la capital deben enfocarse en soluciones prácticas que traigan bienestar para todos.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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