Un estudiante de la Universidad de Columbia sacó a la luz hace poco un aspecto perturbador del mercado laboral de hoy en día.
Roy Lee, de 21 años, estaba cansado de la anticuada manera en que las grandes empresas tecnológicas evaluaban a los candidatos a un puesto de trabajo mediante enigmas de codificación informática que debías memorizar, por lo que creó una herramienta que sus compañeros podían usar para ganarle la partida al sistema.
En una ventana translúcida se muestra la última versión de ChatGPT, que el aspirante puede emplear para copiar y pegar código durante la prueba a través de Zoom. El reclutador no ve nada de esto cuando se comparte la pantalla.
Lee se expone ahora a que le expulsen de Columbia, según me cuenta, pero ya ha recibido varias ofertas de trabajo de ejecutivos de empresas tecnológicas, impresionados por su mentalidad de hacker (pirata) y su osadía.
A nadie le gustan los que hacen trampas. Amazon.com Inc. (AMZN) ha declarado que descalificará a aquellos candidatos que recurran a la IA en sus entrevistas de trabajo.
Anthropic, una compañía líder en inteligencia artificial, ha hecho declaraciones parecidas, no solo para eliminar a los tramposos incompetentes, sino para contener la abrumadora avalancha de nuevos solicitantes que emplean ChatGPT y otras plataformas para generar currículos y llenar solicitudes.
Sin embargo, son las grandes empresas las que se han creado este problema.
Más de un 80% de las compañías utilizan la IA en algún proceso de contratación, y una de cada cuatro la emplea durante todo el proceso, según Resume Builder, un servicio de asesoramiento sobre contratación. Esto hace que prohibir a los aspirantes el uso de la inteligencia artificial sea hipócrita, sobre todo cuando se pretende que gran parte de ellos la utilicen en el trabajo.
Cuando las compañías confían demasiado en la inteligencia artificial para contratar, también corren el riesgo de perjudicar a las mujeres o a las personas con discapacidad, según sugieren ya algunas denuncias judiciales.
Además, al seleccionar a candidatos como Lee, que son los que mejor saben engañar a un sistema cada vez más mecanizado, es posible que se pierdan los mejores talentos.
Quizás no debería sorprender que los empleadores que mejor lo sepan sean las propias empresas de IA.
Literal Labs, con sede en Newcastle, Reino Unido, afirma que utiliza deliberadamente humanos en lugar de software para evaluar a sus solicitantes. “Creo fundamentalmente en la revisión manual de cada currículum”, afirma su director de tecnología, Leon Fedden.
“Queremos ser extremadamente cuidadosos con la forma en que formamos nuestro equipo... Si asignamos esto a un loro estocástico, a largo plazo el resultado probablemente no será el mejor”. El loro estocástico se refiere a la crítica de que los modelos de IA imitan principalmente texto extraído de la internet.
Mientras tanto, los solicitantes se enfrentan a obstáculos abrumadores.
Por ejemplo, Darcy O’Brien, quien cursa el último año de matemáticas en la Universidad de Durham (Reino Unido), busca un puesto junior en finanzas. Tiene talento académico y es competente, pero le ha costado ser entrevistada por Zoom con sistemas de inteligencia artificial.
Los gigantes financieros suelen recurrir a empresas como HireVue para realizar estas penúltimas entrevistas, que muestran una serie de preguntas en pantalla, dando a los aspirantes un plazo de preparación de tres minutos. Después, tienen tres minutos para mirar a su cámara web y responder cada una.
Es una experiencia incómoda. “No hay nada en la pantalla, pero tienes que simular que estás hablando con alguien”, dice O’Brien.
Ha probado diferentes enfoques en cinco videoentrevistas con IA: hablar más, emplear menos tiempo o intentar sonar más segura. “Ninguna funciona”. Tampoco lo hizo usar ChatGPT, que usó para preescribir algunas de sus respuestas varias veces.
Pero el consejo secreto para los jóvenes solicitantes podría ser evitar por completo el uso de IA.
Radhey Patel, estudiante de último año de la London School of Economics, me cuenta que empezó a usar ChatGPT cuando se lanzó hace dos años para facilitar las solicitudes de prácticas.
“Ahora lo uso cada vez menos”, dice, señalando que los empleadores podrían estar empezando a notar las características genéricas y jerárquicas del texto generado por chatbots. “Destacar entre la multitud es más importante que nunca”.
Esto contradice un argumento que he escuchado de los empleadores, quienes afirman que la IA es una bendición para los jóvenes que buscan empleo.
Un socio sénior de un bufete de abogados me comentó que la tecnología ayudaría a nivelar el campo de juego al ayudar a los solicitantes de entornos desfavorecidos a perfeccionar sus currículums y redactar correos electrónicos profesionales. “Es un ecualizador”, afirmó.
Pero la IA no puede abordar las ventajas fundamentales que aún disfrutan los candidatos privilegiados, como las redes de exalumnos y el capital cultural que se deriva de crecer en entornos profesionales. Puede que iguale las condiciones en la presentación, pero no en lo que realmente importa para progresar.
Con todo esto en mente, parece imposible recomendar el enfoque adecuado para los graduados, incluyendo a aquellos de programas de MBA de élite que ya se enfrentan a un mercado laboral estancado para empleos administrativos.
Usar IA podría ayudarles a aumentar estadísticamente sus posibilidades de conseguir una entrevista, sin duda, pero no usarla también puede ayudarles a destacar. No hay soluciones fáciles.
Sin embargo, algo que está claro es que estamos presenciando un nuevo tipo de competencia asimétrica en el mercado laboral, donde la habilidad más valiosa es la capacidad de eludir a los guardianes de la IA. Eso no es innovación. Es disfunción disfrazada de eficiencia. Irónicamente, ambos bandos están perdiendo esta batalla. La solución no es más IA, sino volver al criterio humano.
Las empresas que mantienen un mayor componente humano en sus procesos de contratación pueden obtener una ventaja competitiva e identificar a aquellos cuyo talento no se adapta fácilmente a un formato compatible con la IA. Esa inversión bien vale la pena.
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