Bloomberg Línea — El reciente enfrentamiento entre el juez del Tribunal Supremo de Brasil Alexandre de Moraes y Elon Musk sobre los límites de publicación en la red social X, que llevó al bloqueo de la antigua Twitter a finales del año pasado, sirvió de ejemplo de cómo los Estados nacionales pueden recuperar su soberanía frente a las big techs, las grandes empresas tecnológicas.
“El mundo entero estaba pendiente de lo que ocurría en Brasil”, según la exmiembro del Parlamento Europeo Marietje Schaake.
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“El caso demostró que las instituciones democráticas, cuando están decididas, aún pueden ejercer el poder, incluso sobre un multimillonario de la tecnología”, dijo la especialista en regulación tecnológica e IA en una entrevista con Bloomberg Línea.
Autora del libro The Tech Coup: How to Save Democracy from Silicon Valley (“El golpe tecnológico: cómo salvar la democracia de Silicon Valley”, en español), Schaake, de origen holandés, dio la voz de alarma de que las grandes tecnológicas se han hecho con el poder y las funciones del Estado en varias partes del mundo.
Según ella, la respuesta de Brasil en la disputa con Musk no fue solo un caso legal doméstico, sino un punto de inflexión importante y global, en el que el mundo observó con gran interés la actuación de la justicia brasileña porque representaba una prueba significativa del Estado de Derecho.
“El caso ha revelado dos cosas cruciales: en primer lugar, ha puesto de manifiesto el flagrante desprecio de Elon Musk por las estructuras legales y su arrogancia al desafiarlas”.
“En segundo lugar, ha demostrado que cuando las autoridades democráticas están dispuestas a hacer valer su poder, pueden ser muy eficaces. A pesar del desafío de Musk, el ministro acabó imponiéndose”, afirmó.
Para ella, el episodio sirve de recordatorio de que las autoridades democráticas han sido quizá demasiado vacilantes a la hora de hacer valer su poder sobre las corporaciones tecnológicas.
“Esta timidez puede deberse a la creencia errónea de que un enfoque no intervencionista de la regulación fomentaría la democratización. Se trata de un malentendido fundamental”, afirmó.
Schaake explicó que el comportamiento de las big tech ha cambiado radicalmente en la última década.
Ellas han crecido exponencialmente, se han vuelto más asertivas y aparentemente tienen menos principios, priorizando el dominio del mercado sobre la conducta responsable, dijo.
“El caso de Brasil ofreció una fuerte contranarrativa, subrayando que la defensa de los principios, la soberanía y la democracia requiere una intervención activa y que los gobiernos democráticos tienen capacidad para actuar”.
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Investigadora de política internacional en el Centro de Política Cibernética de la Universidad de Stanford, Schaake señala que el caso brasileño cobra aún más relevancia dadas las transformaciones de la política estadounidense bajo el mandato de Donald Trump.
El presidente estadounidense introdujo a Musk en el gobierno, con DOGE (su departamento para la búsqueda de la eficiencia gubernamental, que al final tuvo menos impacto del prometido), lo que consolidó y aceleró esta fuerza política global de las grandes tecnológicas.
“El contraste es sorprendente. Mientras que el poder judicial de Brasil ha afirmado su autoridad, EE.UU. se está moviendo en la dirección opuesta: invitando a los líderes tecnológicos al núcleo del gobierno, dándoles acceso a los datos, poder de decisión y legitimidad sin rendición de cuentas”, dijo.
“Estados Unidos se está alejando de la democracia y el Estado de Derecho para convertirse en una autocracia tecnológica politizada. Es profundamente preocupante”.
“En Brasil, hubo una defensa clara y de principios de la legitimidad institucional. En Estados Unidos, vemos una celebración de la desregulación y una transferencia de funciones gubernamentales esenciales a empresas privadas, sin ninguna salvaguarda”.
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Doble rasero
En su libro, Schaake subraya que la tecnología no es neutral y establece una analogía con los argumentos sobre la regulación de las empresas automovilísticas.
Según ella, los gobiernos exigen una regulación a los fabricantes de automóviles, sin creer que vayan a ser voluntariamente responsables, a diferencia de las grandes tecnológicas.
Esta falta de regulación es especialmente relevante en la disputa política e ideológica sobre la libertad de expresión, que se presenta como fundamental a la hora de argumentar que las empresas tecnológicas no deben ser reguladas.
Para el investigador, sin embargo, el caso de Brasil vuelve a servir de base para entender los límites de la libertad y la necesidad de regular las empresas tecnológicas en nombre de la defensa de la democracia.
“Es crucial cuestionar las afirmaciones simplistas de que cualquier regulación equivale intrínsecamente a la censura. Regular conductas posibilitadas por la tecnología no es lo mismo que suprimir el derecho fundamental a la expresión”, afirmó.
“El poder judicial brasileño no estaba suprimiendo la libertad de expresión, sino haciendo valer su autoridad constitucional. Hay una gran diferencia entre mantener el orden público y suprimir la expresión”.
Según ella, “lo que es peligroso es la idea de que los propietarios de plataformas pueden definir la libertad de expresión de forma que se adapte a sus propios intereses políticos o económicos”.
El planteamiento de la UE, señaló como ejemplo, consiste en establecer responsabilidades claras para las empresas tecnológicas en relación con los contenidos ilegales y las actividades perjudiciales, sin que el gobierno intervenga directamente en el propio discurso.
Se trata de garantizar que las empresas tomen medidas razonables para hacer frente a los problemas que afectan a la salud pública, la seguridad y la no discriminación".
“Es un ejercicio legítimo del poder legislativo democrático y un contrapeso necesario a la atención que las empresas suelen prestar a los beneficios de sus accionistas y al dominio del mercado”, afirmó.
“Los gobiernos democráticos tienen la responsabilidad de equilibrar diversos derechos fundamentales, como la libertad de expresión, la no discriminación y la seguridad pública”, añadió.
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