Banco central colombiano: entre aliado y adversario de la agenda económica de Petro

En medio de críticas del presidente Gustavo Petro al Banco de la República por mantener tasas altas, economistas debaten si la política monetaria frena el crecimiento económico o protege la estabilidad del peso frente al dólar.

Banco central colombiano: entre aliado y adversario de la agenda económica de Petro
14 de agosto, 2025 | 05:00 AM

Bloomberg Línea — La relación entre el presidente Gustavo Petro y el Banco de la República atraviesa un momento de alta tensión.

La autoridad monetaria mantiene una política de tasas de interés elevadas, en un esfuerzo por contener la inflación y preservar la estabilidad cambiaria, mientras el mandatario insiste en que esta estrategia frena el crecimiento del PIB y limita la capacidad de reactivar la economía.

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El pulso se libra en un contexto fiscal apretado, presiones sobre el mercado de divisas y una inflación que, aunque en descenso, sigue expuesta a riesgos internos y externos.

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En varias intervenciones recientes en su cuenta de X, Petro ha cuestionado abiertamente al emisor. En enero escribió: “No se puede crecer con tasas de interés reales tan altas. La economía necesita crédito más barato para producir, no para especular”.

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Un mes después, reiteró: “El Banco de la República parece más preocupado por el dólar que por el bienestar de los colombianos”. En marzo, en respuesta a un informe de crecimiento económico menor al esperado, advirtió: “Con esta política monetaria, lo que se garantiza es el estancamiento”.

Disciplina vs. dinamismo

Desde la óptica de los analistas, el dilema es más complejo que un simple choque de visiones. Germán Cristancho, gerente de Investigaciones Económicas de Davivienda Corredores, explicó que la actual postura del Banco de la República cumple un doble propósito: contener la inflación y fortalecer el peso colombiano.

“Las tasas altas han contribuido a que el peso se aprecie frente al dólar, lo que ayuda a mitigar el impacto de bienes importados sobre los precios internos”, dijo en un informe. Sin embargo, advirtió que este mismo mecanismo “encarece el crédito y frena sectores clave para el crecimiento”.

Cristancho recalcó que el margen de maniobra del banco es limitado. “No se trata solo de inflación interna. Las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos, los precios internacionales del petróleo y el contexto fiscal del país son variables que condicionan cualquier movimiento”, dijo.

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Estrategia de largo aliento

Andrés Langebaek, director de Estudios Económicos del Grupo Bolívar, coincidió en que la política de cautela del emisor no es coyuntural, sino estructural.

La cautela tendrá que aplicarse durante mucho tiempo”, dijo. “Muchos años, porque la situación fiscal de Colombia no se va a resolver ni este año ni el otro ni en 2027 ni en 2028. Esto es algo de largo aliento”.

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Langebaek reconoció que podrían darse reducciones graduales de tasas, pero sin regresar a niveles previos a la pandemia.

“No podrán ser muy generosos en esas reducciones. Depende de factores económicos y políticos: una crisis internacional, una recesión en Estados Unidos, o una caída en los precios del petróleo podrían forzar incluso incrementos de tasas”, explicó.

El economista subrayó que la dependencia de Colombia en el crudo vuelve más vulnerables sus cuentas externas y su moneda. “Si se llegara a presentar una caída en los precios del petróleo, la situación fiscal y del mercado de divisas empeoraría mucho”, alertó.

Inflación “gaseosa”

Para Wilson Tovar, director de Investigaciones Económicas de Acciones y Valores, el problema radica en la persistente volatilidad de los precios.

“Estamos viendo una inflación demasiado gaseosa, vulnerable a cosas que pasan y que no sabemos si seguirán ocurriendo”, dijo, citando como ejemplo los paros de transportadores y mineros que presionaron el costo de los alimentos en julio.

“Para nosotros el promedio de inflación de alimentos debería haber sido 0,20%, pero tuvimos un dato superior al 0,80%. Eso es cuatro veces más”, destacó.

Tovar proyecta que el banco podría llevar la tasa al 9% y no iniciar recortes sino hasta diciembre, siempre y cuando haya alivios en el precio de los alimentos y avances concretos en el Congreso con la reforma tributaria.

“En este momento la variable realmente importante no es inflación, sino la situación fiscal. Sin una reforma que garantice ingresos permanentes, es difícil que el Emisor relaje la política monetaria”, apuntó.

Contra la ortodoxia

El presidente Petro, sin embargo, ha acusado al Banco de la República de “ahogar” la economía con su estrategia y como parte de un “cálculo político”.

En un mensaje de abril escribió: “La ortodoxia monetaria no puede ser un dogma que se imponga sobre la necesidad de empleo y bienestar”.

Para el mandatario, mantener el crédito costoso favorece a sectores financieros y a tenedores de capital, mientras posterga la recuperación de los hogares y las empresas más vulnerables.

En mayo, al conocerse que el peso había alcanzado uno de sus niveles más fuertes frente al dólar en dos años, Petro comentó: “La fortaleza del peso es un espejismo si no se traduce en mayor inversión y empleo”.

El dilema político-económico

La discusión trasciende lo técnico y se convierte en un pulso político. El Banco de la República es independiente por mandato constitucional, pero sus decisiones tienen implicaciones directas sobre la ejecución de las políticas del Ejecutivo.

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Mantener tasas altas beneficia la lucha contra la inflación y estabiliza el peso, dos objetivos que en teoría favorecen al gobierno.

Sin embargo, la consecuencia inmediata es un enfriamiento del crecimiento, un factor políticamente costoso para cualquier presidente, especialmente uno que ha prometido una transformación económica.

En ese sentido, Petro enfrenta un dilema: presionar al banco central para acelerar los recortes, con el riesgo de un repunte inflacionario y devaluación, o aceptar la política actual y asumir un menor crecimiento económico en el corto plazo.

El reloj de la Fed y el petróleo

Las miradas también están puestas en la Reserva Federal. Si la Fed inicia un ciclo de recortes, el Banco de la República tendría más espacio para seguir el mismo camino sin desincentivar el ingreso de capitales.

No obstante, las últimas señales desde Washington apuntan a que cualquier movimiento será prudente y condicionado a la evolución de la inflación estadounidense.

El otro gran condicionante es el petróleo. Un desplome en su precio afectaría las exportaciones, los ingresos fiscales y el flujo de divisas, obligando al Emisor a ser aún más conservador.

Un 2025 de tensiones

De cara a lo que resta del año, el pulso entre Petro y el Banco de la República probablemente continuará. La pregunta sobre si el banco juega a favor o en contra del presidente no tiene una respuesta sencilla.

Sus decisiones, aunque impopulares para el Ejecutivo, buscan preservar la estabilidad macroeconómica en un contexto global incierto y con un frente fiscal delicado.

Tovar lo resumió así: “Estoy del lado del banco, del lado de la ortodoxia. Afuera las cosas no están fáciles y adentro tampoco”.

Petro, en cambio, parece decidido a seguir marcando distancia. En su última publicación sobre el tema, en julio, fue categórico: “Si no hay crecimiento, no hay justicia social”.

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