Bloomberg Línea — La caída de la pobreza monetaria en Colombia durante 2024, que pasó de 34,6% a 31,8% de la población, marca un avance significativo en el panorama social del país. Sin embargo, un análisis de ANIF advierte que persisten profundas disparidades entre regiones y que la informalidad laboral sigue siendo un factor crítico en la explicación de estas brechas.
“Los resultados nacionales son positivos, pero esconden realidades muy distintas en los departamentos más rezagados, donde la falta de empleos formales sostiene niveles de pobreza muy por encima del promedio”, señaló el equipo de investigaciones de ANIF en un reciente análisis.
Una foto mixta de los avances sociales
La reducción de la pobreza monetaria se suma a un conjunto de indicadores favorables en Colombia en 2024: crecimiento económico por encima del promedio regional, menores tasas de desempleo e inflación en descenso. El contexto macroeconómico más estable permitió mejorar ingresos laborales en varios segmentos de la población, lo que se reflejó en la caída de la pobreza nacional.
Pero al mirar más allá del promedio, el país muestra una geografía de contrastes. Mientras en Bogotá la incidencia de pobreza fue de apenas 19,6% y en departamentos como Caldas y Cundinamarca rondó el 20%, en Chocó la proporción alcanzó 67,4% y en La Guajira llegó a 65,7%. Estas cifras son más de tres veces el promedio nacional, lo que evidencia que los beneficios del crecimiento no se distribuyen de manera uniforme.
El mapa de la desigualdad
El informe de ANIF subraya que la línea de pobreza —calculada en COP$460.198 mensuales en 2024— no es homogénea en el país. Bogotá, con el costo de vida más alto, tiene la línea de pobreza más elevada (COP$628.604), mientras que en La Guajira el umbral apenas alcanza COP$351.496. Esta diferencia refleja cómo la capacidad adquisitiva y los precios locales afectan la percepción de bienestar en cada región.
En términos absolutos, departamentos del Caribe y el Pacífico concentran los mayores bolsones de pobreza, vinculados a factores como baja formalidad laboral, menor acceso a servicios públicos y alta dependencia de actividades de subsistencia.
“La pobreza en Colombia no es solo un problema de ingresos, es un problema estructural ligado al tipo de empleo disponible y a la desigualdad regional en infraestructura y oportunidades”, explicó Andrea Ríos, jefa de estudios macroeconómicos de ANIF.
Informalidad, el talón de Aquiles
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es la correlación del 71% entre pobreza departamental y proporción de trabajadores por cuenta propia. En departamentos más pobres, como La Guajira y Sucre, la relación de trabajadores informales frente a asalariados es más del doble de la observada en regiones como Cundinamarca o Caldas.
En La Guajira, por ejemplo, por cada trabajador asalariado hay 2,2 por cuenta propia, mientras que en Cundinamarca la relación es apenas de 0,4. Esta diferencia refleja el peso de la informalidad en la persistencia de la pobreza.
Los trabajadores por cuenta propia —que incluyen vendedores ambulantes, jornaleros y pequeños comerciantes informales— suelen percibir ingresos por debajo del salario mínimo y carecen de seguridad social, lo que dificulta superar el umbral de pobreza.
El rol del crecimiento económico
La caída de la pobreza nacional en 2024 no fue un accidente. Colombia logró combinar un entorno macroeconómico más favorable con políticas sociales de transferencias condicionadas y subsidios focalizados. El crecimiento económico, cercano al 3,5%, y la reducción del desempleo a un dígito consolidaron un escenario más propicio para mejorar ingresos laborales.
Sin embargo, los beneficios se concentraron en las grandes ciudades, donde las oportunidades de empleo formal son más amplias. En regiones periféricas, la dependencia de actividades extractivas, agrícolas de bajo valor agregado y empleo informal limitó el impacto positivo del ciclo económico.
“Colombia está avanzando, pero todavía tiene una deuda con sus regiones más pobres. El reto no es solo crecer, sino crecer de manera inclusiva”, advirtió José Ignacio López, presidente de ANIF.
Políticas focalizadas, la clave pendiente
El análisis plantea que la reducción de la pobreza no puede depender únicamente del crecimiento económico agregado. Para cerrar brechas regionales será necesario fortalecer políticas de formalización laboral, inversión en educación y mayor conectividad en zonas rurales.
La experiencia internacional sugiere que países que lograron reducciones sostenidas en pobreza lo hicieron mediante una combinación de crecimiento, empleo formal y redes de protección social bien diseñadas. En Colombia, los programas de transferencias han sido importantes, pero no suficientes para revertir décadas de rezago en regiones como Chocó o La Guajira.
“Es necesario pasar de subsidios temporales a estrategias estructurales que promuevan empleos dignos, inversión productiva y mayor integración de estas regiones a la economía nacional”, señaló Luz Magdalena Salas, vicepresidenta de ANIF.
Riesgos y perspectivas
El entorno internacional agrega incertidumbre. La volatilidad de los precios de materias primas y el contexto político interno pueden limitar la capacidad del país para sostener mejoras sociales. ANIF advierte que si la creación de empleo formal se desacelera o si el crecimiento económico se modera por debajo del 3%, el avance en reducción de pobreza podría estancarse.
Aun así, la tendencia reciente deja lecciones optimistas: cuando la economía crece y el mercado laboral mejora, los resultados sociales llegan con rapidez. El desafío será replicar esos logros en los departamentos más rezagados.
Una década por delante
Colombia enfrenta ahora la tarea de transformar los avances coyunturales en cambios estructurales. De lo contrario, las cifras nacionales seguirán ocultando realidades dispares entre territorios.
La informalidad laboral, que afecta a casi la mitad de la fuerza de trabajo, seguirá siendo el obstáculo principal. Superarlo implicará incentivos tributarios, fortalecimiento empresarial y una agenda decidida de formalización que permita a los hogares construir ingresos estables y sostenibles.
“El futuro de la pobreza en Colombia dependerá de la capacidad para cerrar la brecha entre regiones formales y regiones informales. Ahí está el verdadero reto de la política pública”, concluyó ANIF.