Qué tan influyente realmente es la iniciativa de la Franja y la Ruta de China en Latam

En Latinoamérica, países como Argentina, Ecuador y Venezuela se han adherido ya a la iniciativa de la Franja y la Ruta, mientras que otros como Colombia están avanzando en el proceso para comenzar a ser parte.

Xi Jinping, presidente de China.
05 de marzo, 2025 | 04:00 AM

Bloomberg Línea — Instaurada en 2013 por el presidente chino, Xi Jinping, la iniciativa de la Franja y la Ruta de China se ha constituido como un mecanismo de integración con sus principales socios, pero la Administración de Donald Trump busca cortar su influencia en regiones como Latinoamérica y sus presiones llevaron a Panamá a optar por no renovar su acuerdo.

China ofrece a sus socios de la iniciativa de la Franja y la Ruta integración a través del comercio e inversiones en infraestructura, lo que le ha permitido fortalecer su presencia en Latinoamérica, aunque mercados clave como Brasil aún no se ha adherido a la misma. La iniciativa ha servido como un puente para el fortalecimiento de los vínculos más allá de los acuerdos de libre comercio que ha concretado China con países como Chile (2005), Perú (2009), Costa Rica (2011), Nicaragua y Ecuador (2024).

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Para el director de la consultora Control Risks, Theodore Kahn, esta iniciativa le ha permitido a la potencia asiática inyectar financiamiento para llevar a cabo grandes proyectos de infraestructura a costos más bajos frente a los que le podrían ofrecer otros competidores de occidente.

En 2024, por ejemplo, se inauguró en Perú el megapuerto de Chancay, ubicado a unos 70 kilómetros al norte de Lima y construido por la empresa estatal china Cosco Shipping. Esta obra contó con una inversión de US$3.500 millones que fueron financiados en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta de China.

Las inversiones de empresas estatales chinas se han reflejado en gran medida en los países de la región andina en los últimos años, con un total de 147 proyectos valorados en más de US$46.000 millones entre 2000 y 2023 en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, según un reporte de la Fundación Andrés Bello – Centro de Investigación Chino Latinoamericano.

Del total de los proyectos e inversiones mapeadas en ese período, que incluyen participación directa o a través de sus subsidiarias, joint ventures y empresas adquiridas total o parcialmente, Bolivia concentra un total de 30, siendo el de mayor representación, seguido por Ecuador (41), Perú (34), Colombia (22) y Venezuela (20).

Zhu Jingyang, embajador de China en Colombia, se refirió en conversación con Bloomberg Línea a otros proyectos en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta como la obra de transmisión de ultraalta tensión de Belo Monte, conocido como la “autopista eléctrica” de Brasil, o la planta fotovoltaica de Caucharí en Argentina, que “no solo ha satisfecho la demanda de electricidad de casi 100.000 hogares argentinos, sino que también genera más de US$60 millones en ingresos fiscales anuales para la región”.

La presencia China en el comercio regional también es cada vez más preponderante y países como Brasil tienen al gigante asiático como su principal destino en materia de exportaciones.

De acuerdo al reporte Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe 2023, el intercambio bilateral entre la región y China saltó de los US$14.000 millones en el año 2000 a US$500.000 millones en 2022.

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China ha desplazado a la Unión Europea como el segundo socio comercial de la región, al absorber en 2022 el 13% de sus exportaciones y suministrar el 22% de sus importaciones”, dice el documento.

En 2024, el comercio entre China y América Latina alcanzó los US$518.467 millones, un aumento del 6,6% interanual, superando por primera vez la marca de los US$500.000 millones.

A pesar de esto, Kahn, el director de la consultora Control Risks, considera que formar parte de esta iniciativa no ha sido necesariamente determinante en la profundidad ni el alcance de las relaciones entre China y los países de la región.

“Encontramos casos como el de Venezuela, donde hubo un gran flujo de financiamiento para acuerdos en el sector petrolero, mientras que en Uruguay la relación ha sido mucho más comercial, menos política, y basada en mecanismos de mercado”, dijo Kahn.

Para el académico, investigador y especialista en política exterior en la región de Asia Pacífico, Camilo Defelipe Villa, la Franja y la Ruta es en esencia un memorándum de entendimiento. “Es decir, no es un compromiso firme y lo que más cuenta es la realidad o substancia de las relaciones con China, lo tangible, como el comercio, inversión e intercambios”.

Ver +: China cree que abandonar la Franja y la Ruta iría contra intereses de Latam: embajador

Según el Índice Global de Soft Power de Brand Finance, Estados Unidos (con un puntaje histórico de 79,5 sobre 100) y China (72,8 sobre 100, su mejor posición hasta la fecha) son los países con mayor influencia de poder blando en el mundo, es decir, “la capacidad de una nación para influir en otros en la arena internacional a través de la atracción y la persuasión en lugar de la coacción”, según los autores del reporte.

El índice se elabora a partir de una encuesta realizada a más de 170.000 personas en más de 100 países para recopilar datos sobre la percepción global de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas.

La firma consultora internacional explicó que “desde 2024, China ha registrado un crecimiento significativo en seis de los ocho pilares de Poder Blando, impulsado por iniciativas estratégicas como los proyectos de la Franja y la Ruta, un mayor enfoque en sostenibilidad, el fortalecimiento de marcas nacionales y la reapertura post-pandemia a visitantes”.

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¿Ha beneficiado realmente la iniciativa de la Franja y la Ruta a Latam?

Megapuerto de Chancay

Para Kahn, el director de la consultora Control Risk, esta iniciativa le ha permitido a la potencia asiática inyectar financiamiento para llevar a cabo grandes proyectos de infraestructura a costos más bajos frente a los que le podrían ofrecer otros competidores de occidente.

En 2024, por ejemplo, se inauguró en Perú el megapuerto de Chancay, ubicado a unos 70 kilómetros al norte de Lima y construido por la empresa estatal china Cosco Shipping. Esta obra contó con una inversión de US$3.500 millones que fueron financiados en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta de China.

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Las inversiones de empresas estatales chinas se han reflejado en gran medida en los países de la región andina en los últimos años, con un total de 147 proyectos valorados en más de US$46.000 millones entre 2000 y 2023 en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, según un reporte de la Fundación Andrés Bello – Centro de Investigación Chino Latinoamericano.

Del total de los proyectos e inversiones mapeadas en ese período, que incluyen participación directa o a través de sus subsidiarias, joint ventures y empresas adquiridas total o parcialmente, Bolivia concentra un total de 30, siendo el de mayor representación, seguido por Ecuador (41), Perú (34), Colombia (22) y Venezuela (20).

Zhu Jingyang, embajador de China en Colombia, se refirió en conversación con Bloomberg Línea a otros proyectos en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta como la obra de transmisión de ultraalta tensión de Belo Monte, conocido como la “autopista eléctrica” de Brasil, o la planta fotovoltaica de Caucharí en Argentina, que “no solo ha satisfecho la demanda de electricidad de casi 100.000 hogares argentinos, sino que también genera más de US$60 millones en ingresos fiscales anuales para la región”.

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La presencia China en el comercio regional también es cada vez más preponderante y países como Brasil tienen al gigante asiático como su principal destino en materia de exportaciones.

De acuerdo al reporte Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe 2023, el intercambio bilateral entre la región y China saltó de los US$14.000 millones en el año 2000 a US$500.000 millones en 2022.

China ha desplazado a la Unión Europea como el segundo socio comercial de la región, al absorber en 2022 el 13% de sus exportaciones y suministrar el 22% de sus importaciones”, dice el documento.

En 2024, el comercio entre China y América Latina alcanzó los US$518.467 millones, un aumento del 6,6% interanual, superando por primera vez la marca de los US$500.000 millones. En la región se cuentan por lo menos una veintena de países que se han suscrito a la iniciativa de la Franja y la Ruta, que si bien originalmente se estructuró para conectar a Asia y Europa a través de África y Oriente Medio, luego se amplió a la región en 2017.

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En Latinoamérica, países como Argentina, Ecuador y Venezuela se han adherido ya a la iniciativa de la Franja y la Ruta, mientras que otros como Colombia están avanzando en el proceso para comenzar a ser parte.

Panamá, por su parte, informó el pasado jueves 6 de febrero que no renovó el acuerdo económico de la Ruta de la Seda con China en medio de las presiones de Trump para que el país centroamericano cancele los contratos con Hutchison Ports PPC, la empresa con sede en Hong Kong que opera dos áreas de carga cerca de la vía interoceánica.

Trump dijo en diciembre que el Canal de Panamá está cobrando “precios y tarifas de paso exorbitantes” y amenazó con retomar el control estadounidense sobre esa vía marítima si estas no se reducen. “Las tarifas que está cobrando Panamá son ridículas, especialmente conociendo la extraordinaria generosidad que EE.UU. ha otorgado a Panamá”, dijo Trump en un post en su plataforma Truth Social.

Panamá se distancia de China: ¿cuál es el mensaje?

Mulino en respuesta a Trump: “No hay participación china en el Canal de Panamá”

La experiencia de Panamá y su decisión de no renovar el acuerdo de la Franja y la Ruta con China mostraría que esta es una carta que los países están dispuestos a perder con tal de balancear sus vínculos entre el gigante asiático y EE.UU., dijo Camilo Defelipe Villa. El dilema que deben resolver estos países, dijo, es si estarían dispuestos a sacrificar los aspectos tangibles de esta relación con China, a los que hace referencia el académico, o bien proteger “los acuerdos informales o prenegociados”.

Si bien cree que para China la salida de Panamá de la iniciativa representa un retroceso en la capacidad de persuasión discursiva -la Franja y la Ruta contiene principios y conceptos alternativos a los de EE.UU.- “la agresividad de EE.UU. contrasta con una China que se presenta como amiga de la causa de los países en vías de desarrollo. Posiblemente dicho contraste compense la perdida de Panamá”.

En el mundo hay casos con el de Italia, que se considera por parte del académico como un ejemplo de cómo gestionar una salida de la iniciativa de la Franja y la Ruta y cómo mantener vínculos con China. En Italia, el Gobierno de Giorgia Meloni dejó de ser parte de la iniciativa de la Franja y la Ruta en 2023 ante los cuestionados resultados de su adhesión en 2019 y bajo el argumento de que era el único país del G7 que se había adherido al mismo.

Por ahora, hay dudas sobre la sostenibilidad de la postura agresiva de Trump hacia América Latina y el Caribe y si Estados Unidos considerará a China como un “límite innegociable” en la región.

La decisión de Washington de recortar la financiación para la cooperación al desarrollo no parecería responder al temor de que otros actores, como la Unión Europea o incluso China, ocupen su lugar y aprovechen las ventajas estratégicas que esto podría representar.

Sin embargo, Latinoamérica no podría simplemente sustituir a Estados Unidos por China en este ámbito. Naciones Unidas estima que Estados Unidos aporta un 40 % de la ayuda humanitaria global, con cerca de US$72.000 millones destinados en 2023.

Defelipe Villa consideró que Pekín no tiene el mismo enfoque, influencia ni interés en convertirse en el principal proveedor de cooperación para la región, ya que su estrategia se basa más en la inversión en proyectos que en la asistencia al desarrollo al estilo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).

La disyuntiva entre elegir a China o EE.UU.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, participa en una ceremonia de bienvenida con el presidente de China, Xi Jinping, el 9 de noviembre de 2017 en Pekín, China,

Latinoamérica se encontraría en la actualidad en medio de una disyuntiva para decidir la postura que tendrá para mantener la influencia de ambas potencias, ante una postura más rígida en esta segunda Administración de Donald Trump.

Según Theodore Kahn, de Control Risks, durante el primer Gobierno de Trump, aunque hubo presiones para excluir a empresas chinas de licitaciones de infraestructura digital en países como Brasil, no se impusieron sanciones o represalias severas.

Sin embargo, esto podría cambiar, como sugiere el reciente caso de Panamá, que se retiró de la iniciativa de la Franja y la Ruta tras la visita del secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, y un contexto de amenazas implícitas de intervención en el Canal de Panamá.

Mantener relaciones equilibradas y mantener el status quo con ambas potencias ha sido beneficioso hasta ahora, ya que “Estados Unidos y China pueden ofrecer cosas que la región necesita, pero que el otro no puede proporcionar”, dice Kahn.

Mientras que China facilita financiamiento para infraestructura por medio de su aparato financiero estatal, Estados Unidos sigue siendo el principal socio en materia de seguridad y cooperación militar, un rol difícil de reemplazar.

Desde Control Risks indican que si la región se viera obligada a elegir entre Estados Unidos y China, las decisiones serían extremadamente difíciles: “No hay una buena opción ni una salida sencilla”, advierte el experto, quien considera que aún es temprano para entender cómo van a funcionar estas dinámicas.