Bloomberg Línea — La Universidad de Harvard, la institución educativa más rica de Estados Unidos, se encuentra en medio de un conflicto con el gobierno del presidente Donald Trump y ha escalado hasta traducirse en presiones económicas que comprometen parte de su financiamiento.
La disputa es originada por el gobierno, que no está de acuerdo con políticas internas de la Universidad y de supuesta transparencia académica.
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El 14 de abril, Harvard anunció que no cumpliría con una solicitud de la Casa Blanca relacionada con auditorías internas sobre la diversidad ideológica de su comunidad.
Como respuesta, el gobierno federal congeló más de US$2.200 millones en subvenciones y contratos plurianuales, al tiempo que activó procedimientos para revisar su estatus de exención tributaria y su capacidad para recibir estudiantes internacionales.
La situación ha puesto a prueba la flexibilidad financiera de la universidad, que a pesar de contar con un endowment superior a los US$53.200 millones, enfrenta limitaciones para disponer libremente de esos recursos.

Un endowment es un fondo patrimonial que las universidades e instituciones sin ánimo de lucro invierten para generar ingresos en el largo plazo. Su capital proviene principalmente de donaciones.
“El endowment tienen como objetivo permitir que la universidad apoye su misión a perpetuidad. Si se quedara sin fondos por gastar demasiado rápido, no podría hacerlo", dijo Sandy Baum, investigadora principal del Urban Institute y especializada en financiación de la enseñanza superior, en diálogo con Bloomberg Línea. “Pero si accediera a las exigencias de la Administración Trump, dejaría inmediatamente de ser la institución que ha estado construyendo durante tanto tiempo”.
La mayoría de los fondos están legalmente restringidos a fines específicos y una porción significativa se encuentra invertida en activos de baja liquidez.
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Un portafolio enfocado en activos alternativos
El más reciente informe financiero de Harvard muestra que la universidad mantiene una estrategia de inversión centrada en activos alternativos, con una asignación significativa a capital privado y fondos de cobertura.
Al cierre del año fiscal 2024, el 39% del portafolio estaba invertido en private equity, mientras que los hedge funds representaban el 32%. Las acciones ocupaban el 14% y tanto bienes raíces como los bonos un 5% cada uno. El resto se distribuía entre efectivo y activos reales diversos.
Narv Narvekar, director ejecutivo de Harvard Management Company, explicó en el informe anual que esta estructura responde a una estrategia de largo plazo y detalló que se redujo “la exposición a bienes inmuebles y recursos naturales (como materias primas) del 25% de la cartera de dotación al 6% actual”.

Esta reducción permitió aumentar la exposición al capital privado, a pesar de su desempeño más moderado en los últimos dos años.
El rendimiento del endowment fue positivo en el año fiscal 2024, con una ganancia del 9,6%. Narvekar señaló que el desempeño “fue alentador, no tanto por su rentabilidad anual como por la tendencia que sigue reflejando”, destacando que el enfoque apunta a la sostenibilidad intergeneracional.
En comparación con otras universidades estadounidenses, Harvard mostró una rentabilidad ligeramente inferior al promedio anual de 11,2% reportado por el estudio NACUBO-Commonfund.
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No obstante, su retorno a 10 años sigue por encima de la media, con un rendimiento anualizado de 9,3%, superior al 8,3% de las instituciones con endowments superiores a US$5.000 millones.
Un mecanismo con límites estrictos
La percepción pública de que Harvard podría simplemente financiar cualquier déficit utilizando su endowment es errónea o, al menos, así lo considera el profesor John Y. Campbell, quien ha participado de la gestión del fondo.
La estructura impone restricciones legales y operativas que limitan su uso discrecional. “Gran parte del endowment es restringido, es decir, hay severas limitaciones sobre el destino que se puede dar al dinero”, asegura en un artículo en The Harvard Gazzette.

En situaciones extraordinarias, como la pandemia o una crisis política, es posible recurrir a mecanismos de contingencia. Según Campbell, “se puede hacer un ‘decap’ -utilizar los fondos de dotación para gastos corrientes-; se puede ajustar la tasa de desembolso o se puede pedir prestado contra la dotación”.
Sin embargo, advierte que cada decisión implica comprometer el presupuesto futuro, pues "aliviará sus problemas presupuestarios de este año a cambio de un presupuesto más ajustado en el futuro".
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El modelo de gestión financiera de Harvard contempla una tasa de retorno esperada del 8%, inflación del 3% y una distribución anual del 5%. Esta política busca preservar el valor real del fondo y permite una planificación ordenada.
Escalada política
El caso de Harvard no es aislado. Universidades como Columbia y Brown también han sido objeto de advertencias por parte de la administración Trump, especialmente en lo relativo a su política de admisiones, manejo de fondos públicos y lineamientos de libertad académica.
Columbia aceptó una serie de reformas exigidas por la administración Trump, incluyendo cambios en su Departamento de Estudios sobre Medio Oriente, restricciones a las protestas estudiantiles y la adopción de una nueva definición de antisemitismo. La institución tomó esta decisión bajo la amenaza de perder miles de millones de dólares en subvenciones.

“Sabemos que Columbia accedió a cumplir las exigencias de la administración. Pero parece improbable que hubieran accedido si hubieran recibido la carta que recibió Harvard”, dijo la investigadora Baum. "Y dado que ceder no parece haberles ayudado, es difícil entender por qué otros seguirían su ejemplo”.
En el caso de Harvard, tras el congelamiento de fondos, diversas facultades han comenzado a prepararse para eventuales recortes. La Escuela de Salud Pública, por ejemplo, ha recibido órdenes de suspensión en proyectos financiados por el gobierno y ya ha cerrado instalaciones externas.
La Escuela de Medicina, que arrastraba déficits desde años anteriores, anticipa un deterioro mayor debido a la inflación, los aranceles y la reducción de recursos federales.
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Frente a esta situación, Harvard ha adoptado medidas de precaución como un congelamiento de contrataciones y ha acudido al mercado de bonos, donde ha emitido US$1.200 millones en lo corrido del año. Este acceso le permite ganar tiempo, pero no soluciona el problema estructural.
Jacob M. Miller, asistente de investigación en Harvard, ha modelado distintos escenarios para evaluar el impacto de los recortes. En una columna, mostró estimaciones que señalan que, si la universidad mantiene su política de gasto actual, el endowment podría crecer hasta US$66.900 millones en diez años.
Sin embargo, si se usa para compensar la pérdida de US$650 millones anuales en fondos federales, su valor sólo alcanzaría US$62.000 millones.
Y bajo un hipotético aumento del impuesto al endowment, propuesto por sectores del Congreso, el fondo quedaría en US$53.200 millones. “Aunque el mecanismo de denegación de estos fondos es más sutil que una congelación total, el efecto es equivalente, si no mayor”, dijo el investigador Miller.
Para Baum, el endowment puede financiar los esfuerzos para mantener su capacidad de educar a los estudiantes y realizar investigación, pero cree que “es improbable que gasten lo suficiente de su dotación como para poner en riesgo su futuro”.
La profesora considera que la universidad debe mantener el control de las decisiones sobre la contratación del profesorado, la matriculación de estudiantes, el desarrollo de un currículo y la ejecución de una agenda de investigación.
“No puede permitir que el gobierno le imponga estas cosas, sea o no autoritario”, dijo Baum. "Cumplir con las exigencias de la administración Trump erosionaría todo esto”.