Bloomberg — El presidente estadounidense, Donald Trump, ha alardeado de aportar un mayor enfoque transaccional a su relación con sus homólogos mundiales. Cuando apenas han transcurrido dos semanas de su segundo mandato, ya son muchos los que han manifestado estar dispuestos a cerrar los tratos que él valora.
Arabia Saudita se ofreció a invertir más de US$600.000 millones durante los próximos cuatro años, en tanto que los gobiernos de Europa buscarán comprar más gas natural licuado producido en EE.UU. El mandatario vietnamita sugirió que su país podría adquirir más aviones de Boeing Co. (BA). India planteó la posible importación de más petróleo.
El afán por ganarse el favor del presidente deja claro hasta qué punto los líderes internacionales han aprendido la lección desde su primer mandato, en el que la forma más sencilla de llegar al corazón de Trump era ofreciendo inversiones y otros acuerdos. Ahora, muy al inicio de su segundo mandato, están redoblando esa estrategia.
Lea más: La presidenta Sheinbaum definirá si México responde a Trump con aranceles a EE.UU.: Marcelo Ebrard
Con frecuencia, estos ofrecimientos se acompañan de garantías de que tales decisiones responden a sus intereses nacionales. Más allá de intentar quedar bien con Trump, las naciones pretenden evitar estar en el punto de mira de los aranceles con los que ya ha amenazado, no solo contra su adversario China, si no también contra sus socios estadounidenses Canadá, México y Colombia.
“Lo que básicamente ha intentado hacer es crear algo así como una guerra de ofertas global para ganarse el favor de Estados Unidos, lo que significa ganarse el favor de Trump”, dijo Hal Brands, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de Johns Hopkins en Washington, que ha asesorado a agencias del gobierno estadounidense.
El gran desafío para Trump es que, si bien ese enfoque puede lograr atraer más inversiones, no hay señales de que ayude a resolver problemas más grandes y más insolubles, como librar a la península de Corea de las armas nucleares o resolver la guerra en Ucrania.
También es demasiado pronto para decir si esta estrategia sacará a los países más pobres de la órbita de China, que durante años ha ofrecido préstamos a bajo interés y enormes inversiones en infraestructura. La combinación de incentivos y amenazas de Trump puede incluso impulsar a los países a cubrir sus apuestas contra Estados Unidos en el largo plazo.
“El peligro es que el proyecto más amplio de liderazgo global estadounidense durante los últimos 80 años se ha basado en la idea de que Estados Unidos no utilizará su poder al máximo en la búsqueda de ganancias transaccionales estrechas”, dijo Brands.
Después de que Trump asumiera el cargo por segunda vez, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, prometió aumentar la inversión y el comercio en US$600.000 millones. Trump, siempre negociador, dijo que quería que el príncipe heredero llevara esa cifra a US$1 billón.
Lea más: Funcionarios de Trump discuten restricciones más estrictas a las ventas de Nvidia a China
Más tarde, en un mitin en Las Vegas, Trump dejó en claro por qué pensaba que Arabia Saudita había hecho la oferta. “Es por las elecciones”, dijo.
Canadá también se comprometió a gastar casi US$1.000 millones en seguridad fronteriza después de que Trump amenazara con aranceles del 25% por lo que afirmó eran flujos excesivos de drogas ilegales y migrantes en la frontera norte, cifras que, de hecho, palidecen en comparación con la frontera sur con México.
El primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh, dijo a una multitud en el Foro Económico Mundial en Davos que estaba “trabajando en soluciones” para tratar de reequilibrar el superávit comercial de su país con Estados Unidos, incluida la compra de más aviones Boeing y otros artículos de alta tecnología.
“Si jugar al golf puede beneficiar a mi país y a mi gente, entonces puedo jugar al golf todo el día”, dijo Pham, invocando el pasatiempo favorito de Trump.
En este momento, los países están tratando de analizar la logística de cómo pueden ofrecer a Trump grandes paquetes económicos y de inversión para ganar su favor, dijo un diplomático de un país aliado, que pidió no ser identificado para discutir deliberaciones privadas.
El líder salvadoreño Nayib Bukele recibió elogios del subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller, como un “socio muy grande y fuerte” después de ofrecer “tremendos grados de cooperación” en materia de migración.
El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, planea comenzar con buen pie su reunión con Trump en febrero, comprometiéndose a aumentar las importaciones de gas de esquisto estadounidense, según informó Nikkei.
Lea más: Amenazas arancelarias de Trump golpean a activos de los mercados emergentes
El enfoque transaccional de Trump y su tendencia a los grandes acuerdos le han valido críticas. Durante su debate presidencial, la candidata demócrata Kamala Harris advirtió que los autócratas intentarían “manipularlo con halagos y favores”.
También existe la posibilidad de que los países amenazados ya hayan decidido cómo manejarlo.
En Canadá, uno de los aliados más cercanos de EE.UU. desde hace mucho tiempo, los políticos que compiten por suceder al primer ministro Justin Trudeau han discutido cómo lidiar con las amenazas del presidente estadounidense.
Chrystia Freeland, la ministra de Finanzas que renegoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte durante el primer gobierno de Trump, dijo a Bloomberg esta semana que el presidente estadounidense “ha llegado a la conclusión de que si puede mostrar al resto del mundo lo mezquino y duro que puede ser con sus socios y aliados más cercanos”, eso enviará un mensaje a los enemigos de Estados Unidos.
Advirtió que “para Trump, la debilidad es una provocación. Creo que la capitulación no es una estrategia de negociación con él”.
“Los líderes de otros países no son tontos”, dijo Emma Ashford, investigadora principal del Stimson Center. “Es una estrategia viable, tanto para otros estados que quieren ganarse al presidente como para la nueva administración que intenta conseguir concesiones. Pero es probable que sea una estrategia con resultados cada vez menores y que no va a funcionar en cuestiones importantes o difíciles”.
Lea más en Bloomberg.com