La economía de Estados Unidos es realmente excepcional. Es más rica, más innovadora y sigue expandiéndose a un ritmo elevado comparado con la mayor parte del mundo desarrollado.
Durante los últimos 15 años ha sido especialmente excepcional, ya que su mercado de renta variable ha superado a todos los demás países a medida que se debilitaban las perspectivas de crecimiento de China y Europa. Sin embargo, parece que el excepcionalismo puede resultar efímero.
Las incertidumbres en torno al comercio y a la futura solidez del dólar han llevado a ciertos grandes inversionistas europeos a retirarse de las acciones de EE.UU. Y el problema puede ser más profundo.
A menos de cien días de la segunda administración Trump, los analistas ya hablan del próximo fin del excepcionalismo estadounidense.
Son muchas las cosas que hacen que la economía estadounidense sea excepcional.
Por una parte, alberga los mercados de capitales más profundos y líquidos, que contribuyen a canalizar el dinero hacia sus usos más provechosos. Ahora bien, lo que la hace auténticamente extraordinaria es su dinamismo, que apuntala la innovación y la productividad, lo que atrae talentos de todo el planeta.
Para determinar si nuestros mejores días ya han pasado, es preciso separar el excepcionalismo a corto plazo basado en las actuales condiciones financieras y el excepcionalismo estructural a más largo plazo que ha venido caracterizando a la economía de EE.UU. durante el último siglo.
Es posible que el auge a corto plazo se esté desvaneciendo, pero el excepcionalismo debería perdurar en el tiempo porque es más perdurable que cualquier daño que un presidente pudiera causar en unos pocos meses.

El excepcionalismo a corto plazo nunca fue sostenible.
La crisis financiera mundial llevó a los inversores de todo el mundo a apostar en masa por la seguridad percibida y las mejores perspectivas de crecimiento de los activos estadounidenses, que persisten hasta la fecha. Las empresas estadounidenses representan ahora el 57% del mercado bursátil mundial. El dólar es la principal moneda de reserva mundial y los bonos del Tesoro estadounidense se consideran activos libres de riesgo.
Sin embargo, en las últimas semanas y meses, el deseo del presidente Donald Trump de reestructurar las relaciones comerciales, obstaculizar la economía con aranceles y reducir la dependencia internacional del dólar ha generado cautela entre los inversores nacionales e internacionales.
El índice Bloomberg Dollar Spot ha caído hasta un 4,41% desde mediados de enero, y las acciones estadounidenses han caído en 2025, mientras que las del resto del mundo se han disparado.

Claro, las acciones estadounidenses y el dólar podrían haber estado sobrevalorados y a punto de sufrir un retroceso. Y las políticas de Trump podrían estar acelerando la reversión. Pero la excepcionalidad no exime a los activos financieros de las fluctuaciones del mercado.
El mundo aún depende del excepcionalismo estadounidense y sus superiores perspectivas de crecimiento. Y aunque el dólar pueda debilitarse y reducir el atractivo de los mercados estadounidenses, no tiene rival como principal moneda de reserva mundial.

Independientemente de lo que ocurra con el dólar, donde la economía estadounidense realmente destaca es en su larga trayectoria de innovación.
En el informe del Índice Global de Innovación de 2024, obtuvo las mejores puntuaciones en categorías como investigación y desarrollo, startups, activos intangibles, calidad universitaria, gasto en software y propiedad intelectual. Esto impulsa el dinamismo, que históricamente se ha traducido en movilidad familiar y mayores tasas de emprendimiento.
El excepcionalismo estadounidense es una mentalidad de riesgo sustentada por instituciones sólidas, extremadamente difícil de socavar para cualquier presidente. Los estadounidenses tienden a ser más receptivos al riesgo y a depender menos del Estado, a diferencia de otros países ricos, donde los ciudadanos prefieren una mayor certidumbre.
Estados Unidos recompensa el asumir riesgos con tasas impositivas relativamente bajas, leyes de quiebra que garantizan la condonación de los fracasos y estructuras corporativas...
Nada es para siempre.
Nuestra creciente carga de deuda podría desplazar el capital destinado a inversiones más arriesgadas. Incluso antes de Trump, el dinamismo se ha tambaleado, en parte debido a decisiones políticas que han dificultado la mudanza, el cambio de trabajo o la creación de una empresa.
Y si bien muchas de las políticas de Trump generan incertidumbre, él intenta abordar algunos problemas reales: el tamaño del gobierno; la politización de la ciencia; un dólar que podría estar demasiado fuerte.
Más preocupante es el entusiasta discurso pronunciado por el vicepresidente J.D. Vance este mes, que supuestamente celebraba el dinamismo estadounidense, pero que, en cambio, ilustró lo que en realidad podría amenazarlo.
Tiene razón al afirmar que la innovación y la asunción de riesgos en Silicon Valley son nuestro futuro e indican la economía más dinámica del mundo. Pero donde falla es al argumentar que esto puede coexistir con políticas populistas.
Lo que describió sonaba como una nueva versión de la renta básica universal, con dinero y productividad para los innovadores ricos y empleos garantizados (o fuertemente subsidiados y protegidos) para todos los demás.
Lo que hace que Estados Unidos sea excepcional es el riesgo saludable y las oportunidades para todos, ricos y pobres, y una economía que puede competir sin una fuerte intervención gubernamental que elige a los ganadores y perdedores y otorga ayudas a los mejor conectados.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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