Una llamada de teléfono no significa un tratado, pero la conversación del presidente Donald Trump con el ruso Vladimir Putin sobre la finalización de la guerra en Ucrania está preocupando a Taiwán.
China estará muy pendiente de la evolución de los acontecimientos para ver si una resolución augura un futuro semejante para la isla autogobernada que Pekín reclama como suya.
El gobierno del presidente de Taiwán, Lai Ching-te, tendría que plantearse qué puede ofrecer a Trump para evitar convertirse en un peón de la rivalidad entre China y EE.UU.
Se trata de un equilibrio delicado: apaciguar al líder de Estados Unidos no solo significa descubrir lo que quiere, sino además interpretar cómo podría estar evolucionando la política estadounidense hacia la isla.
El Departamento de Estado de EE.UU. ha actualizado hace poco el lenguaje de su página de internet para eliminar una línea que indicaba: “no apoyamos la independencia de Taiwán”.
La última vez que la mencionada hoja informativa eliminó la frase fue en mayo de 2022, durante la administración del expresidente Joe Biden. Fue restablecida más o menos un mes después, tras las protestas de China.
Averiguar qué quiere Trump es una lección que el ucraniano Volodymyr Zelenskiy está aprendiendo en tiempo real.
La llamada que mantuvieron la semana pasada los líderes de Estados Unidos y Rusia trastornó años de política estadounidense, y varios diplomáticos la tildaron de traición, y acusaron al líder estadounidense de ceder a las principales demandas rusas aun antes de que comenzaran las negociaciones.
Trump también habló con Zelenskiy, pero, en particular, solo después de Putin.
Para el presidente estadounidense, es simple: en parte es una cuestión de dinero.
Las estimaciones de Bloomberg Economics muestran que proteger a Ucrania y expandir sus propias fuerzas armadas podría costar a las principales potencias europeas US$3,1 billones adicionales en los próximos 10 años, un costo que la administración Trump ya no parece dispuesta a ayudar a soportar.
Desde la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, Estados Unidos ha comprometido aproximadamente US$56.300 millones en asistencia de seguridad.
Trump también ha dicho anteriormente que quiere recuperar el dinero que Washington ha gastado en el conflicto, US$500.000 millones en ayudas de seguridad y quiere asegurar derechos minerales de Ucrania.
Ucrania es un contrapunto útil para Taiwán.
Taipei también se enfrenta a la amenaza de una potencia más poderosa a sus puertas, una que ha hablado constantemente de unificarse con ella, por la fuerza si es necesario.
Los líderes de la isla han expresado abiertamente su apoyo a Ucrania, pero también lo han utilizado para convencer a sus propios votantes de que no pueden permitirse el lujo de ser complacientes ante la agresión china.
Pekín ha estado volando un número récord de aviones de guerra a través de una frontera trazada por Estados Unidos en el estrecho de Taiwán y ha lanzado ejercicios militares en las aguas que rodean la isla. Eso ha llevado a Taipéi a anunciar aumentos en el gasto militar y a ampliar el servicio militar para los varones que reúnen los requisitos.
Durante décadas, Taiwán ha dependido del equipamiento de defensa, la disuasión y la diplomacia estadounidenses, y ha necesitado la política de “ambigüedad estratégica” de Washington para mantener el status quo.
El objetivo de esta estrategia era enviarle una señal a Pekín de que, si se producía un ataque no provocado, Estados Unidos intervendría. Biden había insinuado en más de una ocasión que Estados Unidos saldría en defensa de Taipéi.
Bajo el gobierno de Trump, no existen tales garantías.
Chieh-Ting Yeh, un inversor de riesgo y director de US Taiwan Watch, me dijo que cualquier acuerdo con Putin sobre Ucrania pone de relieve cómo el presidente se ve a sí mismo, en primer lugar y sobre todo, como un negociador.
“Hay mucha ansiedad en Taiwán sobre qué incluir en el paquete de regalos que se le ofrece a Trump”, me dijo Yeh. “Siempre existirá la posibilidad de que esté sobre la mesa para un acuerdo con China, y esto es algo que el presidente Lai Ching-te debe analizar de manera realista, en términos de cómo tratar con el presidente”.
En el plano interno, Lai tiene mucho que hacer.
Los tres principales partidos políticos se culpan mutuamente de las divisiones cada vez más profundas de la isla. El presupuesto de defensa, en particular, está resultando problemático, ya que el partido de oposición Kuomintang, con inclinaciones hacia China, bloquea el aumento del gasto.
Lai no ha podido superar el incesante estancamiento político, a pesar de las crecientes acciones militares de Pekín y las demandas públicas de Trump de invertir más en su propia seguridad.
Trump también está descontento con el superávit comercial récord de Taiwán y se ha quejado de que la isla “robó” la industria de semiconductores de Estados Unidos. Ha amenazado con fuertes aranceles e insistió en que la capacidad de producción futura debería estar ubicada en EE.UU.
Taipéi ya está pensando en abordar el tema de los aranceles.
En una conferencia de prensa convocada apresuradamente el viernes, Lai dijo que se utilizará un presupuesto especial para el gasto militar, elevándolo por encima del 3% del PIB.
También dijo que la isla ampliará la inversión en Estados Unidos y comprará más bienes de ese país. Mientras tanto, el viceministro de Economía ha estado exponiendo la posición de Taipéi a los funcionarios estadounidenses la semana pasada.
Y la junta directiva de Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. se reunió en Arizona por primera vez, otra señal de su compromiso con la fabricación de chips en Estados Unidos.
Se trata de medidas importantes, pero la isla también debería aprovechar los amigos que tiene en el gabinete de Trump, muchos de los cuales parecen apoyar firmemente su derecho a existir.
El secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, han declarado públicamente que su compromiso con la defensa de Taiwán no es negociable.
Pero no está claro si el presidente está tan comprometido. Ha dudado sobre si intervendría si China invadiera el país.
Elon Musk, el multimillonario que lidera los esfuerzos de Trump para recortar los gastos del gobierno y un asesor cercano, ha argumentado anteriormente que los estadounidenses no deberían verse involucrados en el conflicto.
El hecho de que nos hayamos visto reducidos a un estado de geopolítica global en el que el destino de lugares como Ucrania y Taiwán son en realidad piezas de negociación es un ejemplo de los tiempos transaccionales en los que vivimos. El juego de Trump es claro: Taipéi debería jugar lo mejor que pueda.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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