Bloomberg Opinión — El tratado comercial de América del Norte (T-MEC) aún no está muerto.
Al excluir a México y Canadá de sus aranceles recíprocos, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mantenido con vida el pacto conocido como T-MEC.
No es poco, teniendo en cuenta la hostilidad mostrada por el gobierno de EE.UU. hacia sus vecinos en las últimas semanas.
Desconocemos si la excepción obedece a un reconocimiento sincero de la complejidad de la cadena de suministro integrada de América del Norte o es solo una pausa táctica para impedir una mayor carnicería en los mercados.
No obstante, el mensaje es claro: pese a su retórica, Trump todavía da cierto trato preferencial a los socios del T-MEC. México consiguió un salvavidas arancelario. Ahora Sheinbaum precisa un acuerdo rápido.
En México, la decisión fue recibida con júbilo. “Hemos logrado este trato preferencial con el gobierno de Estados Unidos”, dijo la presidenta Claudia Sheinbaum el jueves por la mañana. “México es respetado”.
Sheinbaum se ha hecho merecedora de elogios: su estrategia de apaciguamiento junto con el intenso cabildeo de los funcionarios mexicanos en Washington les ha permitido esquivar una bala devastadora que la podría haber forzado a tomar represalias.
Sheinbaum se ha ganado los elogios: su estrategia de apaciguamiento, combinada con el intenso lobbying en Washington, les permitió esquivar una bala que podría haberla obligado a tomar represalias.
El peso tuvo su mayor alza el jueves en más en dos meses; y los consumidores estadounidenses aún podrán comprar aguacates a bajo precio. Pero no debemos olvidar que Canadá, con su enfoque agresivo y revanchista, obtuvo un resultado similar. Quizás a Trump le quede algo de amor por la integración norteamericana después de todo...
Ahora, las malas noticias: incluso sin aranceles recíprocos, el atractivo de México como destino de inversión ha sufrido un revés, y sus empresas ya sufren las consecuencias de la agenda proteccionista de Trump.
Si bien todos los productos del T-MEC están exentos y pueden cruzar a Estados Unidos libres de impuestos, los bienes que no califican (alrededor del 15% de las exportaciones totales de México) pagan un arancel del 25%.
Lo mismo ocurre con el acero, el aluminio y las exportaciones de automóviles fuera del tratado; para los automóviles que cumplen con las normas del T-MEC, el arancel del 25% se aplica al contenido no estadounidense utilizado en el automóvil.
Si todo esto suena complicado, imaginen ser los desafortunados burócratas que intentan decidir qué arancel se le debe cobrar a un Cadillac producido en Coahuila al cruzar la frontera.
Estas medidas agravan el panorama negativo para la economía mexicana, que probablemente haya entrado en recesión tras una probable contracción en el primer trimestre.
Los indicadores muestran señales de alerta, en contraste con el optimismo oficial: la confianza empresarial está decayendo, el consumo privado y la inversión fija bruta siguen desplomándose, e incluso las remesas se han reducido en febrero a su nivel mensual más bajo en dos años. Algunas empresas ya anuncian reubicaciones en Estados Unidos. Todo muy preocupante.

Algunos expertos destacan la mejora de la posición del país frente a sus competidores gracias a la excepción del miércoles: “México seguirá ganando cuota de mercado en el mercado de importación estadounidense”, escribieron en una nota los analistas de Banco Bradesco SA, Rodolfo Ramos y Juan Ponce.
“El Sudeste Asiático se benefició de la deslocalización, pero con estos aranceles globales, creemos que México consolidará aún más su posición como el principal socio comercial de Estados Unidos”.
Sí, en comparación con algunos aliados asiáticos como Japón (impuesto a un arancel del 24%), México evidentemente está en mejor situación. El gobierno mexicano también está trabajando para ampliar la proporción de exportaciones que cumplen con las regulaciones del T-MEC para enviar más productos libres de aranceles a Estados Unidos.
Es posible que los aranceles relativamente más bajos conviertan a México nuevamente en un destino de inversión obligada, o al menos en un punto de triangulación clave para terceros países. Pero para que esto suceda de manera más consistente, México necesita dar el siguiente paso y consolidar las bases legales de sus acuerdos comerciales con Estados Unidos.
Mientras Trump pueda ejercer decisiones arbitrarias contra los socios comerciales estadounidenses, el tan esperado auge del nearshoring tendrá que seguir esperando.
De cara al futuro, la revisión del T-MEC, prevista originalmente para el próximo año, presenta algunos riesgos: negociar con un Trump envalentonado podría resultar en peores condiciones que esperar a que el Armagedón arancelario comience a afectar la economía estadounidense y la popularidad del presidente.
Pero es un riesgo que vale la pena correr, dado que ninguna inversión significativa llegará a México sin un marco legal y comercial mejorado. Lograr un acuerdo revisado llevará tiempo. Y no olvidemos que, además de los aranceles de Trump, México se ha marcado numerosos autogoles institucionales, en particular con su perjudicial reforma judicial .
Trump ha dejado la puerta abierta al prometer reducir los aranceles no incluidos en el T-MEC al 12% si México avanza en los frentes del fentanilo y la migración.
Ahora es el momento de que Sheinbaum, quien afirmó estar centrada en las conversaciones sobre la industria automotriz, el acero y el aluminio, impulse un acuerdo integral que disipe la incertidumbre que se cierne sobre su economía.
JP Spinetto es columnista de Bloomberg Opinion y cubre temas de negocios, economía y política de América Latina. Anteriormente fue editor jefe de Bloomberg News para economía y gobierno en la región.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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