Bloomberg — Las crecientes preocupaciones sobre la deuda corporativa brasileña se han extendido al mayor productor de biocombustibles del país, provocando una caída en sus bonos a medida que los inversores reducen su exposición a prestatarios riesgosos en la mayor economía de América Latina después de verse afectados por dos caídas repentinas.
Los bonos de Raízen SA (RAIZ4) -una empresa conjunta de azúcar y etanol propiedad de Shell Plc (SHEL) y el conglomerado brasileño Cosan SA (CSAN3)- se han desplomado casi un 19% en la última semana, con sus US$1.000 millones en pagarés con vencimiento en 2035 cayendo a mínimos históricos. El martes, los pagarés recuperaron parte de las fuertes pérdidas.
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Raízen, otrora símbolo del pujante sector agroindustrial brasileño, ha pasado apuros al tener que lidiar con el aumento de los costos, las malas cosechas y unas apuestas, desde el etanol de biomasa hasta el combustible verde para la aviación, que aún no han dado sus frutos. Ahora, los operadores están retrocediendo, temerosos de verse atrapados en otra posición dolorosa después de que las ventas en los bonos del gestor de residuos Ambipar Participações e Empreendimentos SA y del gigante petroquímico Braskem SA (BRKM5) les dejaran con pérdidas inesperadas.

Mientras que todas las empresas de Brasil tienen que lidiar con las tasas de interés del 15% del país, la pesada carga de deuda de Raízen la convierte en un objetivo prioritario para los operadores que buscan recortar la exposición a empresas consideradas de riesgo. Al malestar se suman los problemas del prestamista Banco Master, que busca capital fresco tras sobreexponerse a activos de riesgo.
“Los inversores están muy nerviosos, quieren disparar primero y hacer preguntas después ante el primer indicio de dificultad”, dijo Ian McCall, socio gerente de First Geneva Capital Partners.
Las explosiones en Brasil se repiten en otras áreas de mercados emergentes como Turquía, lo que indica grietas tras un desempeño sobresaliente del sector. Los bonos corporativos brasileños han sido los más rezagados en los mercados emergentes durante el último mes, generando una pérdida del 7% para los inversores en el período, mientras que una cesta más amplia de títulos similares perdió un 0,5%.
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Raízen gastó R$7.000 millones (US$1.300 millones) en efectivo durante el trimestre finalizado el 30 de junio, y su deuda neta aumentó un 56% con respecto al año anterior, alcanzando los R$49.200 millones. El costo del servicio de sus préstamos alcanzó los R$1.620 millones, o aproximadamente el 86% de sus beneficios antes de intereses e impuestos, en dicho período.
En una presentación del viernes, Raízen dijo que no tiene planes de reestructurar su deuda ya que mantiene un “robusto” colchón de efectivo de R$15.700 millones. La empresa, que también tiene acceso a US$1.000 millones en líneas de crédito renovables, añadió que las discusiones sobre una capitalización están en curso. Declinó hacer comentarios más allá de la presentación.

Aun así, esas garantías pueden no ser suficientes para apaciguar a los inversores, que se están volviendo más reacios al riesgo. Las caídas de Ambipar y Braskem desencadenaron un cambio de sentimiento entre los inversores, que ahora están reevaluando el riesgo y preguntándose quién podría ser la próxima víctima, dijo Luiz Felipe Scalercio, jefe de investigación de crédito en Brasil de BCP.
Los recientes descalabros llevaron a Fitch Ratings a establecer comparaciones con principios de 2023, cuando la implosión de Americanas SA (AMER3) secó los mercados de deuda brasileños, lo que demuestra lo rápido que puede cambiar el estado de ánimo.
Raízen, al igual que muchas otras empresas brasileñas, insiste en su sólida liquidez, pero los inversores miran más allá del balance y se centran en el flujo de caja, afirmó Juan Manuel Patiño, analista de Sun Capital Valores SA. “Tras el episodio de Braskem, la narrativa de una ‘sólida posición de caja’ ya no resulta tranquilizadora; la credibilidad ahora depende de la generación sostenible de caja libre”.
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Aunque Raízen ha estado vendiendo activos como parte de sus esfuerzos para reducir el apalancamiento, a los inversores les preocupa que la medida pueda ser insuficiente para reducir las métricas de deuda, según McCall de First Geneva Capital Partners. Raízen dijo en agosto que está en “conversaciones activas” para una inyección de capital, pero aún no ha revelado ningún progreso. Cosan ya ha descartado aportar nuevos fondos al fabricante de combustible.
Raízen ha mantenido su grado de inversión durante la crisis. La deuda de la compañía tiene una calificación “BBB” de Fitch Ratings y S&P Global Ratings —dos niveles por encima de la calificación de bono basura—, aunque ambas mantienen una perspectiva negativa.
“Las preguntas clave son el alcance y la duración de esta situación: cuánto tiempo Raízen permanecerá en un período de mayor apalancamiento, con ratios superiores a 2,5x–3x, y cómo esto podría afectar sus indicadores”, declaró Flávia Bedran, analista de S&P. “En enero, establecimos una perspectiva negativa, y si el apalancamiento se mantiene elevado durante 12 a 18 meses, podríamos tomar una decisión sobre la calificación”, añadió.
McCall dijo que su empresa normalmente no invertiría en Raízen debido a su calificación de grado de inversión y su bajo rendimiento, pero que lo está reconsiderando tras la venta masiva.
“Se ha abaratado a toda prisa”, dijo McCall. “Raízen está entrando en el terreno del alto rendimiento”.
Con la colaboración de Dayanne Sousa.
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