Bloomberg Línea — La inflación en Colombia se mantiene en el centro del debate económico y político. Las cifras de octubre, que serán publicadas este martes, ratificarán una tendencia que inquieta a analistas y autoridades: la convergencia hacia la meta del 3% del Banco de la República se sigue aplazando.
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En opinión de Andrés Langebaek, director de Estudios Económicos de Grupo Bolívar, importante grupo empresarial del país, “la inflación en Colombia seguirá aumentando y el dato de octubre será todavía peor que el de agosto”. Además, explicó que eso se debe a que “en septiembre y octubre del año pasado las inflaciones fueron muy bajas; de hecho, la de octubre fue negativa”.
Ese efecto base, según el economista, provocará que incluso una inflación mensual positiva relativamente baja se traduzca en un salto significativo de la variación anual.
Con ello, la economía colombiana enfrentaría el cierre de 2025 en niveles cercanos al 5%, un escenario que implica un rezago respecto a las expectativas de inicios de año, cuando se proyectaba una desinflación más rápida.
La fotografía de corto plazo
Los analistas coinciden en que el comportamiento de los precios en el corto plazo está marcado por dos factores: la moderación de rubros como alimentos y energía, por un lado, y la persistencia de presiones inflacionarias en servicios, arriendos y consumo fuera del hogar, por el otro.
Felipe Campos, gerente de Estrategia e Inversión de Alianza Valores, explica que el fortalecimiento del peso colombiano frente al dólar ha sido un alivio en la formación de precios.
“En particular, creemos que habrá menores presiones sobre los alimentos gracias al comportamiento favorable que ha supuesto la apreciación de la tasa de cambio”, dijo Campos, al tiempo que sostuvo que “esto supone un menor coste de los insumos agrícolas importados para la producción de alimentos”, dijo.
En contraste, los precios de los servicios continúan subiendo con fuerza, impulsados por un consumo agregado de los hogares que, aunque debilitado frente a 2024, mantiene cierta tracción. Esto limita la velocidad de reducción de la inflación, que ya no luce tan dinámica como se preveía en los primeros meses del año.
El rebote por efectos estadísticos
Uno de los puntos más destacados por los expertos es el llamado “efecto base”. En 2024, la inflación de septiembre y octubre se ubicó en niveles bajos, al punto de registrar una variación negativa en octubre. Este año, la comparación interanual amplificará el resultado.
David Cubides, economista del Banco de Occidente, estima que esa dinámica explicará el repunte esperado: “Nosotros estamos previendo que la inflación este mes podría acelerarse ligeramente. La vemos pasando del 5,10% al 5,14%, lo que implica que volvería a ganar algo de tracción”. Según sus cálculos, el año podría cerrarse alrededor de 5,3%.
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El componente de alimentos, con un peso cercano al 15% en la canasta del IPC, será central en ese repunte. Aun cuando los precios no suban con fuerza en términos absolutos, la comparación con el nivel bajo del año anterior genera un salto estadístico que impacta en el índice general.
¿Qué tan grave es el panorama?
La preocupación de fondo es que la inflación no se reduzca lo suficiente este año, quedando prácticamente en el mismo nivel de 2024. Langebaek lo sintetiza con dureza: “En nuestras proyecciones, el año cerraría en 5,2%. Y si recuerdas, el año pasado terminamos también en 5,2%. Eso es una tragedia, porque en la práctica significa que no habría reducción de la inflación este año”.
Este escenario plantea un dilema para el Banco de la República. Con tasas de interés ya en un nivel restrictivo, un descenso más lento de la inflación reduce el margen para acelerar los recortes.
La autoridad monetaria se verá obligada a balancear entre la necesidad de estimular el crecimiento económico y la obligación de garantizar la estabilidad de precios.
Salario mínimo: la gran incógnita
El aumento del salario mínimo para 2026 se ha convertido en el principal riesgo inflacionario hacia adelante. Todos los analistas coinciden en que la negociación, que comenzará formalmente en diciembre, definirá en buena parte la trayectoria de los precios durante el próximo año.
Langebaek advierte que la productividad laboral se redujo en 2025, lo cual complica la capacidad de los empresarios para absorber un incremento elevado. “Bajo esas condiciones, el efecto de un aumento del salario mínimo es mucho más complejo. Por eso pensamos que este año debería incrementarse alrededor de 7,5%”, señaló.
En su criterio, cualquier ajuste superior a ese umbral pondría en riesgo la convergencia inflacionaria. De hecho, un aumento del 10% —como se ha estimado por algunos analistas— podría comprometer no sólo las metas de 2026 sino también la credibilidad de la política monetaria.
El papel del Banco de la República
La mayoría de los analistas espera que el banco central mantenga inalteradas sus tasas de referencia en los próximos meses. Cubides lo plantea con claridad: “De esta manera, bajo ese escenario, consideramos que el Banco de la República mantendría estables sus tasas en los próximos meses”.
El banco central se enfrenta a un terreno complicado: por un lado, una inflación que se resiste a bajar; por otro, un crecimiento económico moderado que no da espacio para un endurecimiento adicional de la política monetaria y como telón de fondo el presidente Gustavo Petro criticando cada decisión de la autoridad monetaria.
La expectativa, entonces, es que las decisiones se tomen con cautela y que el margen de maniobra dependa en gran parte de lo que ocurra con el salario mínimo.
Perspectivas fiscales y riesgos externos
Más allá de la dinámica de precios internos, las cuentas fiscales también se perfilan como un elemento de presión sobre la inflación. Langebaek subraya que, a pesar del recorte presupuestal anunciado por el Gobierno, el déficit sigue siendo alto y podría comprometer la estabilidad de mediano plazo. “Un déficit fiscal elevado en 2026 también pondría presión sobre la inflación. Es decir, la situación es muy difícil y exige bastante prudencia”, afirmó.
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A lo anterior se suman riesgos externos: la volatilidad del dólar, el comportamiento de los precios internacionales de alimentos y energía, y la incertidumbre en torno a la economía global. Un deterioro de esos frentes podría amplificar las presiones inflacionarias en Colombia.
Escenarios de cierre y 2026
Con los cálculos de los analistas sobre la mesa, el consenso es que la inflación cerrará 2025 entre 5% y 5,3%. Camilo Pérez, director de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá, lo resume con pragmatismo: la “inflación va a seguir complicada. De aquí a fin de año sin una mejora muy contundente. Cierra el 2025 en 5% o 5,1%”.
Mirando hacia 2026, la clave será el desenlace de la negociación del salario mínimo. Si el ajuste es moderado, la inflación podría acercarse al 4%, lo que representaría un avance en la senda de convergencia.
Pero un incremento mayor a 7,5% podría llevar al país a repetir la historia de 2025: inflación estancada por encima de la meta, credibilidad del banco central en entredicho y tensiones sobre la política fiscal.
Prudencia y expectativas
La fotografía inflacionaria de Colombia a octubre confirmará lo que los analistas venían advirtiendo desde mediados de año: la desaceleración de la inflación se frenó y la convergencia hacia la meta del 3% será más larga y compleja.
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El reto inmediato es evitar que las decisiones de política económica —en particular el ajuste del salario mínimo y el manejo del gasto público— agraven una situación ya de por sí difícil. Como resume Campos, el balance es claro: la inflación no bajará tan rápido como se esperaba y el cierre de año en 5% será inevitable.
En medio de un contexto de incertidumbre global, el país deberá transitar con cautela. Los próximos dos meses serán decisivos no sólo para confirmar la magnitud del repunte inflacionario, sino también para marcar el tono de las expectativas hacia 2026.