Bloomberg Línea — “No puede haber paz con la barriga vacía. El hambre hace hombres violentos y rencorosos”, dice Olga Yaneth Bocarejo, directora y fundadora de la Banca Alimentaría Integral Sostenible Bancalimentos, un emprendimiento social que permite a familias colombianas adquirir alimentos a través de la búsqueda y depósito de residuos reciclables.
Bocarejo, de 49 años, es una mujer rural colombiana que cursó hasta tercero de primaria y fue madre joven. Cuando era niña, en su familia experimentó maltrato, así como problemas de alimentación y dificultades para acceder a una dieta saludable en un país donde cada vez es más difícil alimentarse mejor.
Por una serie de factores, el costo promedio de una dieta saludable aumentó de US$2,84 en 2017 a US$4,13 de Paridad de Poder Adquisitivo (PPA*) al día en 2022, último dato disponible en el reporte del Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, publicado recientemente por Naciones Unidas.
Como madre joven, Bocarejo sufrió sus propias dificultades para alimentar a sus hijos, quienes actualmente están vinculados al proyecto. “Era llenar barrigas, no nutrirlos ni alimentar”, dijo. “Era humillarse por fiar, era trabajar jornadas extenuantes (como empleada doméstica) para recibir muy poco y eso no alcanzaba para alimentar”.
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Trabajó como empleada doméstica interna en Bogotá hasta 2014 y en ese momento sólo podía ver a sus hijos una vez al mes en el municipio colombiano de Zetaquira (Boyacá), a poco más de 3 horas de distancia de la capital. Pero en la casa familiar donde trabajaba tuvo acceso a una biblioteca y a publicaciones económicas, a las que sacó provecho como autodeclarada amante de la lectura.
Cuando dejó ese empleo para estar cerca de su familia y obtuvo la perspectiva de lo que significaba vivir en Bogotá, notó la disparidad en los precios de los alimentos entre la ciudad y el campo: “Allá (en Zetaquira) un arroz no te vale lo que te vale en Bogotá, te vale tres veces y para eso tienes que pagar transporte”.
Decidió quedarse en su pueblo y buscar maneras de mejorar la calidad de vida y la alimentación de su comunidad, con la consciencia del impacto emocional que en las mujeres genera el no poder alimentar saludablemente a sus hijos.
“El desequilibrio emocional que sufren las mujeres comienza desde que abren los ojos por la mañana, hacen un repaso mental de su cocina y se preguntan: ‘¿Qué le voy a dar de comer a mis hijos para que vayan al colegio? ¿Y a mi esposo para que pueda ir a trabajar?’”, dice. “Eso es inhumano, porque además, privar a un niño de una buena alimentación también es una forma de maltrato”.
Trueques y créditos alimenticios para combatir el hambre
Las personas que deciden acudir al banco abren un tipo de cuenta de ahorro en la que, en lugar de dinero, depositan residuos reciclables para convertirlos en puntos, que luego pueden reclamar como alimentos, lo que les permite acceder a una dieta saludable.
Entre los residuos que recogen y entregan los cuentahabientes se encuentran latas, lonas, botas de caucho, envases de agroquímicos, botellas, plásticos, vidrio, canastillas, sillas y mesas se convierten en moneda de cambio para que las familias adquieran comida. El ciclo se completa con la transformación de estos artículos reciclados para su aprovechamiento en la industria.
El banco de alimentos empezó a transformar estos artículos en la ciudad colombiana de Cartagena, gracias una financiación que hizo el Programa Mundial de Alimentos (WFP, en inglés) que les permitió contar con más utilidad y generar más puestos de trabajo. Actualmente, tiene 142 empleados.
Los alimentos, que han sido donados por una red de aliados o adquiridos a través de emprendedores locales, son escogidos por los mismos usuarios del banco dependiendo de sus necesidades, a su antojo, o al momento en que lo necesiten por coyunturas especiales, como la pérdida del empleo.
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A lo largo de los años, una de las historias que más han conmovido a Bocarejo es el de una mujer que se subió al mismo bus en el que viajaba y, al reconocerla, se cambió de asiento para hablar con ella. “‘Señora Olga, mire, yo le quiero dar las gracias a usted porque en esta semana todo lo que yo he comido ha sido de su proyecto.”, le dijo. “Le he podido dar otra comida a mis hijos. Yo voy, retiro y me pareció increíble que eso sea de la basura que yo tenía en mi patio’. Cuando ella se baja me pongo a llorar”.
En la actualidad, el banco de alimentos cuenta con 14.000 beneficiarios directos en 12 municipios colombianos, pero su impacto hay que multiplicarlo por tres porque los productos que retiran del banco cobijan a toda una familia. El 75% de los beneficiarios son mujeres y niñas, ya que Bancalimentos permite abrir una cuenta desde los 7 años.
El banco cuenta con un servicio financiero llamado “Presta Alimento”, que permite que las personas realicen compras de productos básicos y los paguen con residuos reciclables, a modo de crédito, para tener acceso a la panela, arroz, lentejas, frijoles, garbanzos, atunes o sardinas.
El banco de alimentos comenzó con un camión alquilado, y hoy cuenta con sus propios activos y es un negocio rentable, aunque siguen buscando financiación para aumentar su alcance e impacto. Así mismo, están desarrollando otras líneas de productos como las frutas y verduras deshidratadas de la mano de un socio de Brasil, enfocándose en departamentos colombianos como Bolívar, Cauca y La Guajira.
“Tenía todas las barreras en contra: mujer rural, sin educación, pobre y lejos, sin conectividad”, dice Bocarejo. “Ahora, si íbamos a hacer algún proyecto tenía que ser rentable porque de eso también íbamos a vivir. Nosotros le pusimos el 100% de nuestro tiempo al proyecto. Así es de que tenía que dejar ganancia, utilidad, yo de eso pagaba arriendo, terminé de criar a mis hijos”.
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Acceder a una dieta saludable, la profunda deuda de Latam con la alimentación
Acceder a una dieta saludable es un lujo que no pueden darse 182,9 millones de personas o el 27,7% de la población en Latinoamérica y el Caribe, región que paga más dinero que cualquier habitante en el mundo por obtener sus ingredientes, según cifras de Naciones Unidas.
Desde el inicio de la serie en 2017, Latinoamérica y el Caribe ha mantenido una tendencia constante de costos superiores al promedio global y, en la actualidad, el precio medio de la dieta saludable se estima en los US$4,56 de PPA al día.
Y aunque el tema de los costos es un factor relevante en el análisis, también pesa el porcentaje de personas que no pueden acceder a esta dieta, que en el caso de la región es menor al promedio mundial en 7,7 puntos porcentuales.
Básicamente esto se explica en una mejora regional, dado que 14,3 millones de personas más pudieron costear una dieta saludable en Latinoamérica y el Caribe, mientras otras regiones siguen rezagadas. No obstante, en el Caribe, 22,2 millones de personas no pudo costear una dieta saludable en 2022, en Mesoamérica 47,1 millones de personas, y en Sudamérica 113,6 millones de personas.
Según la FAO, una dieta saludable comprende cuatro aspectos clave, que incluyen diversidad (dentro de los grupos de alimentos y entre ellos), adecuación (suficiencia de todos los nutrientes esenciales en comparación con las necesidades), moderación (alimentos y nutrientes que se relacionan con malos resultados de salud) y equilibrio (ingesta de energía y macronutrientes).
Una dieta saludable debería incluir cereales integrales, frutos secos, frutas y verduras variadas en abundancia. Además, se recomienda incluir huevos, productos lácteos, aves y pescados en cantidades moderadas, así como carnes rojas en pequeñas porciones. Incluye agua potable limpia y segura como líquido de preferencia, según la FAO.
En la región, los precios de una dieta saludable son más altos en países como Jamaica, con un estimado de US$5,82 PPA al día, lo que está relacionado con varios factores, entre ellos, el coste de los alimentos importados.
En Jamaica, los cultivos y alimentos producidos localmente también pueden sufrir subidas de precios debido a su susceptibilidad a las catástrofes naturales. Según el informe de Naciones Unidas, 20 países de la región tienen alta exposición a eventos climáticos extremos, mientras que 14 se han definido como vulnerables frente a los mismos.
Por ejemplo, el precio de los plátanos y otros cultivos sigue siendo alto debido al impacto del huracán Beryl, que golpeó a mediados del año pasado al Caribe, dijo a Bloomberg Línea Peter Ivey, activista de la seguridad alimentaria y fundador de la organización local Mission: FoodPossible (M:FP), que trabaja en todo el país para capacitar, educar y formar al público en la búsqueda y preparación de cultivos locales y autóctonos.
![The Mission:FoodPossible The Mission:FoodPossible](https://www.bloomberglinea.com/resizer/v2/F36STB7JAJGZVBYJYPX2AH64CA.jpg?auth=d941e538a86344fe746fdf4c9c0d1812ff246e601a8e5fbf960e65b8588d8a05&width=1000&height=500&quality=80&smart=true)
La organización dice que las repercusiones para los jamaicanos del alto costo de una dieta saludable son el aumento de los índices en la inseguridad alimentaria general de los hogare, así como la menor nutrición de los niños pequeños y los ancianos. “La presión financiera sobre el público también se ha hecho evidente a medida que aumenta el coste de los alimentos sanos”, dice el activista Ivy.
Asimismo, para esa organización, el aumento de alternativas más baratas y menos nutritivas y de alimentos procesados son vistos como factores de riesgo para el aumento de enfermedades como la diabetes o la hipertensión en esa nación caribeña.
A través de organizaciones como M:FP, muchas empresas del sector privado han ofrecido su apoyo a la población financiando diversas iniciativas. Desde que empezaron en 2017, han cambiado y dado acceso a una dieta saludable a unas 16.000 personas, han capacitado al personal de cocina de 16 escuelas, han formado a 70 líderes alimentarios de la comunidad y trabajado con 30 agricultores.
El Gobierno jamaicano, señala el activista Peter Ivey, ha puesto en marcha varios programas a través del Ministerio de Agricultura y el Ministerio de Sanidad para educar y capacitar al pueblo jamaicano para que coma lo que cultiva y cultive lo que come. También hay programas para ayudar a los agricultores locales a aumentar el rendimiento de las cosechas y la protección del ganado.
¿Qué hay detrás del alto costo de una dieta saludable en Latam y cómo resolverlo?
Los precios de una dieta saludable dependen de una serie de determinantes internos y externos a lo largo del sistema agroalimentario, como los costos en la producción, importación, logística, comercialización, distribución y otros aspectos de la cadena de suministro, explica la oficial principal de políticas de Nutrición de la FAO para América Latina y el Caribe, Daniela Godoy.
También puede influir en su costo factores como la inflación, la escasez de mano de obra, la oferta y la demanda, los costos de transporte y reposición de los productos frescos. Por ejemplo, en países como Venezuela la inflación ha sido un desafío incluso para cubrir los gastos básicos de alimentación de un mes, ya que el precio de la canasta básica fue de unos US$498,47 para una familia representativa de cinco personas en diciembre, pero el salario mínimo es de apenas unos US$3, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
Por otro lado, considerando que los países no solamente consumen lo que producen, sino que también importan una parte de estos alimentos, las medidas que favorezcan el comercio internacional también influyen en tener bajar los costos de una dieta saludable.
El Caribe es la región que paga más dinero por una dieta saludable con US$5,16 PPA por persona por día, seguido por Sudamérica con US$4,29 dólares PPA y Mesoamérica con US$4,05 PPA, de acuerdo a cifras de 2022 (último dato disponible del reporte).
¿Por qué? Porque casi todos los grupos de alimentos —excepto las legumbres, los frutos secos y las semillas— son más caros en el Caribe que en las otras dos subregiones ante el peso que representa la importación de productos al ser economías menos diversificadas.
En cuanto a la composición de la dieta, en el Caribe las verduras y los alimentos de origen animal son las que más contribuye al costo de una dieta saludable. Además, en comparación a las otras dos regiones, el precio de las frutas contribuye significativamente más al costo de una dieta saludable en el Caribe precisamente por la cuestión de las importaciones.
La FAO indica que existen diversas políticas que pueden ayudar a hacer la dieta saludable más asequible para la población, que consideren a productores, mercados y consumidores. Por ejemplo, la diversificación del suministro de alimentos de países importadores es un elemento clave en cualquier estrategia diseñada para hacer que las dietas saludables sean asequibles, ya que “permite aumentar los ingresos de la agricultura familiar y de pequeña escala y reducir el costo al comprador a la vez, especialmente cuando se potencian las cadenas de suministro de ciclos cortos”, en opinión de Godoy, la funcionaria de la FAO.
Otros ejemplos de estas políticas incluyen los sistemas de alerta temprana y medidas de anticipación, producción agrícola sostenible y resistente al clima, fortalecimiento de las capacidades de agricultores familiares y productores a pequeña escala. En Cuba, la entidad reseña iniciativas como “Gibara Verde x Ciento”, que fortalecen la resiliencia agroalimentaria con insumos, capacitación y cultivos resistentes a la sequía, beneficiando a comunidades vulnerables en Gibara (Holguín).
La transparencia en torno a precios, productos y variedades producidas y disponibles para la venta también puede potenciar a los mercados y al comercio para facilitar la seguridad alimentaria y la nutrición.
Desde la FAO consideran que el acceso a dietas saludables para la población más vulnerable también puede mejorar con transferencias de alimentos, por ejemplo, con los programas de alimentación escolar a cargo del Estado, bonos para alimentos y/o transferencias de efectivo de los gobiernos a sectores más vulnerables.
La falta de acceso a una dieta saludable se refleja en que la desnutrición y el sobrepeso coexisten en la región.
En 2022, por ejemplo, el 8,6% de los niños menores de cinco años a nivel global estaban afectados por sobrepeso, 3 puntos encima del promedio global. Pero al mismo tiempo, uno de cada diez niños y niñas menores de cinco años vive con desnutrición crónica en la región.
La estimación de Naciones Unidas es que el hambre afectó a 41 millones de personas en la región en 2023, lo que en todo caso significó una caída de 2,9 millones de personas respecto a 2022 y de 4,3 millones de personas respecto a 2021. No obstante, el trasfondo refleja disparidades, pues mientras en los últimos dos años el hambre ha aumentado en el Caribe, llegando al 17,2 %, en Mesoamérica se ha mantenido estable en un 5,8 %.
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