Bloomberg Línea — El dólar ha perdido un 4,2% de su valor desde finales del año pasado, pese a las previsiones que apuntaban a su fortalecimiento en 2025, debido a la incertidumbre sobre la política comercial de Estados Unidos y al creciente temor a una posible recesión. Lo que pase con el billete verde afecta a las economías de América Latina, en particular a aquellas que han adoptado al dólar como su moneda oficial.
Si bien puede mejorar la competitividad de sus exportaciones, también encarece las importaciones y genera riesgos inflacionarios. Además, aunque la dolarización ofrece estabilidad en inflación y deuda, países como Panamá y El Salvador enfrentan vulnerabilidades externas, especialmente ante cambios en las tasas de interés en Estados Unidos.
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Francesco Pesole, analista de ING, señala que la reciente depreciación del dólar responde a una reevaluación de los factores que impulsaban su tendencia alcista. “Los mercados se han adaptado al impredecible estilo de comunicación del presidente Trump y están tratando las amenazas arancelarias con una mayor dosis de escepticismo”, dice el analista.
Además, Pesole indica que la pérdida de confianza en el desempeño económico de EE.UU. ha contribuido a la debilidad de la moneda, lo que afecta particularmente a Ecuador, El Salvador y Panamá, economías dolarizadas que, al carecer de una política monetaria propia, experimentan impactos directos en áreas clave de su economía.

Exportaciones e inflación
El economista Arturo Porzecanski, de la American University, advierte que la caída del dólar es un fenómeno reciente y que, salvo a que la tendencia se mantenga en las próximas semanas o meses, su impacto podría ser limitado.
“La depreciación que estamos observando, a menos que continúe en las próximas semanas y muchos meses, no será suficiente para revertir los efectos en la dirección opuesta que tuvieron lugar a partir de octubre pasado — mayormente en noviembre-diciembre, después de la victoria electoral de Donald Trump“, le manifestó a Bloomberg Línea.
No obstante, si la caída del dólar persiste, Porzecanski dice que puede mejorar la competitividad de las exportaciones de los países dolarizados en la región, aunque también encarecería las importaciones que vienen de economías con monedas que se aprecian frente al dólar, como los bienes importados de la zona euro, Japón y China.
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El economista y exministro ecuatoriano Andrés Arauz coincide en que la caída del dólar podría hacer más competitivas las exportaciones, aunque advierte que el impacto no es inmediato ni tan pronunciado, debido a que sigue siendo la principal moneda de facturación en el comercio exterior.
“En principio, esto hace que las exportaciones sean más competitivas, pero debido a que el dólar es la principal moneda de facturación del comercio exterior, la magnitud del efecto no es tan pronunciada ni inmediata como en el caso de otros países”, asegura a Bloomberg Línea.
Porzecanski añade que puede haber un efecto secundario a través del precio internacional de las materias primas. “Por ejemplo, si la depreciación del dólar fuera a motivar un aumento del precio del petróleo o de las bananas cotizadas en dólares, eso beneficiaria a los exportadores de esos productos y perjudicaría a los importadores”, dice. Sin embargo, hasta ahora no se está observando ese fenómeno.
En términos de cifras, las exportaciones de Ecuador en 2024 alcanzaron US$34.420 millones, un incremento del 10,6% respecto a 2023. En volumen, el país exportó 33,3 millones de toneladas, un aumento del 6,8%.
En Panamá, las ventas externas totalizaron US$964,3 millones, un 7,4% más que en 2023, con el banano como el principal producto exportado (16,3% del total). El Salvador experimentó una leve contracción en el valor de sus exportaciones, que sumaron US$6.447,5 millones, un 0,8% menos que en 2023.
Para los analistas, el impacto de una caída dólar en Ecuador, Panamá y El Salvador es mixto, con efectos tanto positivos como negativos, lo que dificulta una conclusión absoluta.
Por el lado positivo, un dólar más débil puede mejorar la competitividad de las exportaciones, ya que sus bienes podrían volverse más atractivos en mercados donde el dólar ha perdido valor frente a otras monedas. En contraste, la depreciación del billete verde también encarece las importaciones de bienes y servicios provenientes de economías con monedas más fuertes, lo que podría afectar el costo de vida y la inflación en estos países.
Mauricio Monge, analista de Oxford Economics, considera que el efecto de un dólar débil sería limitado en El Salvador y Panamá debido a que Estados Unidos es el mayor socio comercial, compartiendo la misma divisa y al tener dinámicas de comercio muy dependientes del uso del Canal de Panamá.
El impacto sería limitado porque, aunque un dólar más débil suele mejorar la competitividad de las exportaciones, El Salvador y Panamá tienen a Estados Unidos como su principal socio comercial. Esto significa que sus productos no se abaratan en ese mercado, eliminando la ventaja cambiaria que sí beneficiarían a economías con moneda propia.
“En el caso de Ecuador, hay que prestar especial atención al precio del petróleo, que este año puede caer entre un 9% y 12%”, dijo Monge. La caída del precio del crudo reduciría los ingresos por exportaciones en Ecuador, y con un dólar más débil, el país recibiría menos divisas en términos reales, afectando su balanza comercial y financiamiento externo.
La guerra comercial y la inflación
Arauz advierte que las guerras comerciales también pueden afectar los flujos comerciales y aumentar los riesgos para la balanza de pagos de estos países.
“Si otros países no dolarizados devalúan sus monedas para contrarrestar los aranceles, esto puede influir en los flujos comerciales y financieros de las economías dolarizadas”, dijo Arauz a Bloomberg Línea.
Si otros países devalúan sus monedas, el costo de importar desde economías dolarizadas aumenta, lo que puede reducir la demanda de sus exportaciones y alterar los flujos comerciales al encarecer sus productos en el mercado internacional.

Para los analistas, además, la inflación está directamente relacionada con las fluctuaciones del dólar. Una depreciación de la moneda puede encarecer las importaciones, ya que los bienes y servicios adquiridos en otras monedas se vuelven más costosos.
“Si la tendencia fuera a agudizarse y a ser duradera, pudiera llevar a una aceleración marginal de la inflación y cierta pérdida de poder adquisitivo”, dijo Porzecanski a Bloomberg Línea.
Sin embargo, al utilizar el dólar como moneda oficial, estos países suelen mantener tasas de inflación más bajas y estables, lo que podría mitigar parcialmente este efecto.
En el caso de Ecuador, la inflación anual se ubicó en 0,25% en febrero de 2025, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, una caída de 1,17 puntos porcentuales respecto al 1,43% registrado en febrero de 2024.
Sin embargo, el analista financiero Gregorio Gandini coincidió en que el comercio internacional de una economía dolarizada, “tiene una exposición particular, ya que una caída de la divisa como se ha visto permite hacer sus exportaciones más competitivas, sin embargo, desde el punto de vista de las importaciones ocurre lo contrario y terminan aumentando los costos de estas, cuando viene de economías con otras divisas. Esto último produce presiones inflacionarias".
Monge agrega que, si bien la dolarización del país mitiga mucho la volatilidad de precios, de forma efectiva, permaneciendo incluso por debajo de la de Estados Unidos en años recientes, “los riesgos de inflación importada persisten debido a la importación de bienes”. De igual modo, se presentarían insumos más caros para las empresas, aunque de forma moderada.
Riesgos sobre la deuda
Para Arauz, un dólar más débil no afectaría significativamente la carga financiera de las economías dolarizadas de la región, ya que su deuda está mayoritariamente denominada en la misma moneda en la que recaudan ingresos.
Sin embargo, un informe de enero de Fitch Ratings advierte que varios países de América Latina enfrentan vulnerabilidades ante riesgos externos, en especial aquellos con altos niveles de deuda en moneda extranjera y dependencia de las reservas internacionales.
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Bolivia, Panamá y El Salvador figuran entre los países más expuestos a la deuda externa, lo que los hace particularmente sensibles a la volatilidad cambiaria y a las condiciones adversas en los mercados financieros. En el caso de Bolivia, la situación se agrava por la reducción de sus reservas internacionales, lo que limita su capacidad de respuesta ante shocks externos.

Panamá enfrenta riesgos derivados de su elevada deuda en moneda extranjera y su modelo económico dependiente de los mercados globales, según Fitch. La reciente rebaja de su calificación a grado especulativo refleja preocupaciones sobre la sostenibilidad de su deuda y la incertidumbre en torno a su consolidación fiscal.
En El Salvador, Fitch destaca que, aunque ha habido una mejora en su calificación crediticia, el país sigue dependiendo del financiamiento externo para cubrir sus necesidades fiscales.
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A pesar de estos riesgos, la agencia calificadora señala que la mayoría de los países de la región mantienen niveles de reservas relativamente estables, con una cobertura superior a los tres meses de importaciones. No obstante, economías como Bolivia presentan mayor fragilidad debido a la caída de sus reservas.
Monge asegura que el hecho de que estos países emitan en dólares “no es un factor tan determinante como el nivel de reservas, el nivel de deuda o de déficit fiscal que estas economías manejan”.
Porzecanski añade que, en principio, un dólar más débil no afecta directamente a estos países, ya que su deuda está denominada en la misma moneda que utilizan para recaudar ingresos.
Sin embargo, advierte que podrían enfrentar un impacto adverso si las tasas de interés en Estados Unidos aumentan, especialmente las de los bonos del Tesoro a 10 años, lo que encarecería el costo del financiamiento externo.