Bloomberg Línea — Los temores de una burbuja financiera impulsada por la inteligencia artificial han ganado espacio en el debate de mercado, especialmente tras la escalada bursátil de las grandes tecnológicas en lo que va de 2025. Sin embargo, los datos disponibles no acompañan esa hipótesis.
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Un informe de Bloomberg Intelligence sostiene que, si la actual tendencia estuviera entrando en fase de euforia, los indicadores se verían mucho más presionados. “Si esta corrida alcista de la IA realmente estuviera entrando en una fase de desenfreno especulativo, los datos se verían mucho más calientes”, dijeron los analistas Michael Casper y Nathaniel T. Wellerhofer. “Si esto es una burbuja, es pésima imitando a una”.
Los analistas señalan que el ritmo de crecimiento del S&P 500 desde el mínimo de 2022 es inferior al de otros ciclos históricos de burbuja. “Desde el inicio de este mercado alcista en 2022, el S&P 500 ha ganado un 23,18% anualizado”, lo cual queda por debajo del promedio previo al estallido de la burbuja de las puntocom y la Gran Depresión de 1929.
No obstante, está por encima de las ganancias del final de la pos-Gran Crisis Financiera de 2007-2008 (18,4%) y del período de los años 1950-1960 (11,6%).
Además, destacan que los retornos han estado más concentrados en los valores de gran capitalización, mientras que los papeles pequeños no han mostrado el mismo impulso. “Desde el mínimo de 2022, el Russell 2000 ha ganado un 12,2% anualizado”, escriben.

No hay señales típicas de burbuja
El volumen de ofertas públicas iniciales (IPOs) es otra variable que históricamente ha acompañado los ciclos especulativos, cuando nuevas empresas intentan aprovechar el auge para salir al mercado con valoraciones elevadas.
Casper y Wellerhofer señalan que “en 1998, un año marcado por una fuerte volatilidad, 392 IPOs salieron al mercado, seguidas por otras 512 en 1999”. A diferencia de aquel periodo, en 2025 apenas se han registrado 93 operaciones de este tipo, una cifra muy por debajo del promedio de largo plazo y lejos de los niveles observados durante la burbuja de internet.
La velocidad de las ganancias diarias también apunta a un entorno más contenido. Desde el piso de 2022, el índice S&P 500 ha mostrado un retorno diario promedio de 0,08% con una desviación estándar diaria de 1,01%. Estas cifras son similares a las de otras fases alcistas, pero no superan los niveles de aceleración que caracterizaron a los desenlaces de ciclos anteriores.
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“Durante los últimos cinco años de aquellas corridas alcistas, las acciones registraron ganancias diarias promedio de 0,11%, 0,09% y 0,08%, con desviaciones estándar diarias de 1,02%, 1,05% y 1,21%, respectivamente”, dice el informe.
Además, las proyecciones de crecimiento de utilidades también difieren del patrón típico de burbujas. Mientras que en ciclos anteriores los beneficios tendían a moderarse al final del recorrido alcista, hoy las expectativas se mantienen firmes.
“El consenso espera un crecimiento de utilidades por acción del S&P 500 de 12,7% en el próximo año”, una cifra que, según los analistas, “supera ampliamente los promedios del 10,2% y 7,3% al final de las corridas de los años 20 y 90”.

Las ganancias explican la subida, no la euforia
En 2025, el repunte del mercado accionario se ha sostenido principalmente en fundamentos. Casper y Wellerhofer detallan que “el S&P 500 ha subido 11,7%, y al descomponer esa ganancia entre expansión de múltiplos y crecimiento de utilidades, estas últimas (11,1%) han sido responsables de la mayor parte del avance”.
Esa proporción sugiere que los inversionistas están reaccionando a datos económicos reales, no a un frenesí especulativo. “El comportamiento de los inversionistas, que persiguen el crecimiento fundamental en lugar de seguir ciegamente la tendencia, difícilmente indica una burbuja”, dicen los analistas.
Ashmore coincide en que los movimientos recientes no implican un desajuste entre expectativas y fundamentos. Pese a que la semana pasada estuvo marcada por alta volatilidad y correcciones generalizadas en los activos de riesgo, la firma destaca que las bases financieras del sector tecnológico ligado a la inteligencia artificial permanecen sólidas.
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En su análisis más reciente, señala que “el capex para modelos de lenguaje de gran escala sigue respaldado por ganancias sólidas y flujos de caja muy fuertes, y los hyperscalers continúan señalando planes de inversión robustos”.
Incluso en medio de la incertidumbre monetaria y la presión de liquidez, algunos valores clave muestran estabilidad. Ashmore señala que “los nervios en torno al capex en IA parecen estar impulsados más por el sentimiento que por los datos”.
Para los analistas, la aparente desconexión entre la narrativa de burbuja y los indicadores financieros concretos sugiere que, por ahora, el auge de la inteligencia artificial mantiene un anclaje en los fundamentos económicos.









