Bloomberg Línea — Tras un inicio de año en el que las acciones europeas llegaron a superar a las estadounidenses, el S&P 500 volvió a retomar la delantera.
Hoy, el Stoxx 600 acumula un alza del 8%, frente al 10% del índice estadounidense, una diferencia que refleja la persistente ventaja de Wall Street en el balance anual.
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El mejor momento relativo del Stoxx 600 se dio en el primer semestre, cuando el incremento del gasto en defensa por parte de los gobiernos europeos, en respuesta a la intensificación del conflicto entre Rusia y Ucrania, impulsó las cotizaciones de compañías como Rheinmetall, Leonardo y Saab.
A ello se sumó la incertidumbre comercial derivada de las primeras medidas del segundo mandato presidencial de Donald Trump, lo que moderó temporalmente el apetito por determinados sectores del mercado estadounidense.
Pero más allá de la coyuntura, un informe del Deutsche Bank Research Institute plantea que esta diferencia de desempeño también refleja un problema de fondo.
“Las empresas europeas frecuentemente son mucho mejores creando sus productos, que diseñando negocios en torno a ellos”, aseguraron los analistas Luke Templeman y Galina Pozdnyakova.

El diagnóstico apunta a una limitación estructural que impide a buena parte del tejido corporativo europeo alcanzar los niveles de rentabilidad de sus pares del S&P 500.
Brecha estructural
Los analistas aseguran que la métrica más utilizada para comparar eficiencia financiera entre regiones, el retorno sobre el capital (RoE), muestra una brecha significativa.
Según el informe, “la brecha hoy se sitúa en casi seis puntos porcentuales (19% frente a 13%)”, una diferencia que se ha mantenido desde la crisis financiera de 2008-2009 y que ni siquiera la recuperación pospandemia ha logrado cerrar.
El informe destaca que esta situación no se debe solo a factores macroeconómicos o regulatorios, sino a elementos internos del modelo de negocio de muchas compañías. En particular, señala que la eficiencia operativa, medida por la rotación de activos, ha descendido de forma sostenida en las últimas dos décadas.
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Este deterioro no ha sido un foco de atención para la mayoría de los gestores. “Es el componente menos discutido de la famosa ‘fórmula DuPont’ y usualmente se pasa por alto, si es que se menciona, cuando las empresas presentan sus resultados trimestrales”, explica el documento.
No obstante, su impacto sobre el precio de las acciones es evidente. Desde 2019, las compañías europeas que mejoraron su rotación de activos superaron en 3,5 puntos porcentuales anuales en retorno total a aquellas que la redujeron. En Estados Unidos, esa diferencia fue de 2,5 puntos porcentuales.
La era del dinero fácil terminó
El informe plantea que los dos principales impulsores del crecimiento empresarial durante los últimos 20 años, el aumento sostenido de los márgenes de beneficio y el acceso a deuda barata, ya no están disponibles. “La era del ‘dinero fácil’ ha terminado”, afirma.

En un entorno de tasas estructuralmente más altas, y con presiones regulatorias y sociales que limitan la expansión de márgenes, las empresas deben buscar nuevas vías para sostener su rentabilidad.
Según Deutsche Bank, la eficiencia se vuelve la variable más relevante del nuevo ciclo corporativo. “Hoy estamos entrando en la ‘era de la eficiencia’. Les guste o no a las empresas, probablemente se vean obligadas a adaptarse o enfrentar su propio declive”, dicen los analistas.
El documento también destaca una diferencia estructural entre los modelos empresariales de ambos lados del Atlántico.
En Estados Unidos, muchas de las grandes compañías del S&P 500 operan con modelos de negocio escalables, como es el caso de las llamadas “7 Magníficas”, como Apple (AAPL), Microsoft (MSFT) o Nvidia (NVDA), entre otras.
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Estas empresas han logrado aumentar ingresos de forma exponencial sin necesidad de expandir proporcionalmente su base de activos, lo que mejora su eficiencia operativa, incluso en un contexto adverso.
En cambio, muchas firmas europeas están orientadas a industrias tradicionales, como manufactura, servicios industriales o energía, donde los procesos no son fácilmente escalables y el crecimiento depende de una gestión más intensiva de activos.
Por eso, para los analistas, mejorar la rotación de activos no es sólo un objetivo deseable, sino una necesidad estratégica para el entorno empresarial europeo.

El informe sugiere caminos concretos. Una de las estrategias propuestas es la venta de divisiones no estratégicas.
“Preferimos que sean de clase mundial en apenas un par de cosas en lugar de ser simplemente ‘buenas’ en muchas”, señala el texto.
También destaca la oportunidad que representa el actual contexto de alto apetito por parte del capital privado y recuerda que “nunca ha habido un mejor momento en la historia para que una empresa venda una división”.
La otra línea de acción tiene que ver con tecnología. Europa ha perdido participación en los sectores digitales, y según un informe citado por Deutsche Bank, “el 70% del nuevo valor creado en la economía mundial en los próximos diez años será digital”.
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Mientras tanto, la participación europea en el mercado global de tecnologías de la información cayó del 22% al 18% en la última década, mientras que la de EE.UU. subió del 30% al 38%.
Por último, el informe aborda el rol de la gestión directiva. “Muchas empresas no dan suficiente importancia a contar con gente de calidad”, indica.
Cita evidencia empírica que muestra que mejoras en los procesos de gestión están directamente correlacionadas con aumentos en la productividad laboral y el crecimiento del valor agregado.
En un año donde Europa ha tenido episodios de buen desempeño bursátil, el balance estructural vuelve a mostrar que la distancia con Wall Street sigue abierta.
La consolidación del S&P 500 como el principal mercado de referencia no es únicamente resultado de condiciones externas favorables, sino de modelos de negocio más preparados para escalar, adaptarse y generar retornos sostenidos.