Bloomberg Línea — En medio de datos macroeconómicos cada vez más débiles, tensiones geopolíticas en aumento y riesgos fiscales latentes, los principales índices bursátiles del mundo continúan marcando récords.
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El S&P 500 en Nueva York y el Nikkei en Tokio tocaron máximos históricos la semana pasada, mientras que los spreads de crédito corporativo en Estados Unidos y Europa se mantienen cerca de sus niveles más ajustados en años.
Todo esto ocurre en un contexto donde, paradójicamente, abundan señales que normalmente llevarían a una corrección profunda.
El último informe de Deutsche Bank define el momento actual como “una enorme divergencia en las narrativas de mercado: tenemos señales crecientes de debilidad, tanto en los mercados como en la economía real, frente a un rendimiento estelar de los activos de riesgo”. Para muchos analistas, esta situación representa una disociación alarmante entre la economía tangible y el entusiasmo financiero.
Pero el informe propone una explicación más estructural, que se apoya en la naturaleza de los shocks actuales y en el papel que el propio mercado juega como fuerza moderadora de políticas.

El mercado como freno
La primera clave del comportamiento alcista está en la capacidad del mercado para presionar a los responsables políticos a moderar decisiones impopulares o dañinas.
A juicio de los analistas de Deutsche Bank, “el mercado actúa como un freno sobre la política, ya sea en materia de aranceles, cuestiones fiscales o independencia de los bancos centrales, actuando como un mecanismo correctivo natural para evitar caídas mayores”.
En otras palabras, las autoridades saben que una caída fuerte en los mercados puede costarles legitimidad, gobernabilidad e incluso el poder.
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La historia reciente ofrece ejemplos elocuentes. En 2022, la fuerte reacción del mercado al mini-presupuesto de la entonces primera ministra británica Liz Truss derivó en su rápida salida del cargo antes de que se implementaran las medidas.
Más recientemente, en abril de este año, la Casa Blanca postergó por 90 días la entrada en vigor de un paquete arancelario luego del tumulto financiero generado por su anuncio. “En esencia, un factor que impide caídas mayores es el simple hecho de que los responsables políticos no las quieren, y han demostrado estar consistentemente dispuestos a ajustar sus políticas para evitar resultados negativos”, escribieron los analistas de Deutsche Bank.
Este tipo de dinámica no era posible durante crisis como la del Covid-19, donde el shock provenía de un factor exógeno incontrolable. Hoy, sin embargo, buena parte de los riesgos (tarifarios, fiscales, regulatorios) tienen origen político y, por tanto, pueden ser desactivados si el costo de mantenerlos se vuelve demasiado alto. Esta característica, según Deutsche Bank, contribuye a contener las expectativas de una caída generalizada.

Sin recesión a la vista
Más allá de los factores políticos, la segunda gran razón detrás del rally bursátil es la ausencia de los catalizadores clásicos que históricamente han impulsado movimientos agresivos de aversión al riesgo. No hay recesión inminente y no se esperan subidas de tasas, sino lo contrario.
“Los grandes movimientos de aversión al riesgo sólo tienden a ocurrir bajo condiciones bastante específicas”, explica el informe, en referencia a episodios como 2008 o 2020, cuando los datos de actividad colapsaron o se endureció la política monetaria.
Los indicadores actuales, en cambio, muestran resiliencia en varias economías clave. El PIB de Estados Unidos, según el modelo GDPNow de la Reserva Federal de Atlanta, sigue creciendo a una tasa anualizada superior al 3% en el tercer trimestre.
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En la eurozona, el índice PMI compuesto alcanzó en agosto su mayor nivel en un año. Y Japón acumula cinco trimestres consecutivos de expansión, algo que no ocurría desde 2018.
Además, los bancos centrales cuentan con un margen de maniobra que no tenían durante gran parte de la última década. Durante los años posteriores a la crisis financiera, los tipos de interés ya estaban en su límite inferior, y durante 2022-2023 la inflación desbordada impedía recortar.
Ahora, con la inflación en retroceso, los bancos centrales recuperan poder de fuego. “Sólo en los últimos 18 meses, desde que la inflación ha disminuido, los principales bancos centrales han tenido más margen para reducir las tasas si así lo desean”, señala Deutsche Bank. Esta expectativa de estímulo explica por qué los mercados descuentan actualmente más de 120 puntos base en recortes por parte de la Fed en los próximos 12 meses.

Señales de precaución
No obstante, la confianza de los inversores no significa ausencia de precaución. Los precios del oro, por ejemplo, alcanzaron la semana pasada un máximo histórico en términos reales, superando incluso el pico registrado en 1980.
“En una señal clásica de temor, los precios del oro en términos reales están en un máximo histórico”, apunta el documento. Esto sugiere que, pese al rally de las acciones, muchos participantes del mercado siguen buscando refugio frente a los riesgos latentes.
Uno de ellos es el estrés fiscal que no solo se limita a Francia, cuyo gobierno enfrentó recientemente una moción de censura y fue degradado por Fitch.
Estados Unidos y Reino Unido, según el informe, “no han tenido un superávit presupuestario desde principios de los años 2000”, y el aumento de los rendimientos de bonos a largo plazo refleja una creciente inquietud sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas en economías avanzadas.
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Este deterioro estructural podría volverse un factor de presión en caso de nuevos shocks.
Otro elemento que aún no se refleja completamente en los precios es el impacto rezagado de los aranceles. Muchas de las tarifas impuestas por la segunda administración de Donald Trump apenas entraron en vigor en agosto.
Pese a estos riesgos, lo que a simple vista parece una desconexión inexplicable entre la realidad económica y el comportamiento de los activos financieros es, en realidad, el producto de un entorno, donde los responsables de política todavía tienen margen para corregir, los riesgos son percibidos como manejables y el recuerdo de anteriores caídas frustradas aún pesa.
Por ahora, Wall Street prefiere seguir apostando a que, incluso cuando todo parece ir mal, siempre habrá una mano dispuesta a sostener al mercado.