Bloomberg Línea — Este año ha estado marcado por un fenómeno inusual en los mercados: tanto el oro como el S&P 500 han alcanzado niveles récord en medio de un contexto económico global mixto, donde convergen las expectativas de recortes de tasas en Estados Unidos, la persistencia de tensiones geopolíticas y el entusiasmo sostenido por la inteligencia artificial.
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Pero más allá de la coyuntura, comparar activos a largo plazo permite abordar un ejercicio financiero: determinar cuál ha sido más rentable entre el oro y el S&P 500, una discusión debatida por inversores y analistas. A pesar de sus diferencias estructurales, ambos activos han convivido históricamente en las carteras diversificadas, cada uno aportando valor desde su naturaleza.
“Creemos que los tipos de interés más bajos, el sólido crecimiento de los beneficios y los vientos favorables de la inteligencia artificial respaldarán una mayor subida de las acciones mundiales”, dijeron los estrategas de UBS, quienes agregaron que “el metal amarillo sigue siendo un eficaz diversificador de carteras y una cobertura frente a los riesgos políticos y económicos”.
¿Dónde habría sido más rentable invertir US$1.000?
En este contexto, se construyó una simulación basada en datos de Bloomberg, utilizando series normalizadas y el retorno total bruto del ETF SPY, que replica al índice S&P 500 con dividendos reinvertidos.
El análisis consistió en calcular cuánto habría valido una inversión de US$1.000 en oro y en el S&P 500 en distintos períodos de tiempo, todos con corte al 18 de septiembre de 2025.

Para hacerlo, se tomaron cuatro horizontes temporales representativos: los últimos cinco, diez, quince y veinte años. Cada uno de estos tramos captura una fase económica distinta, desde la recuperación post-Covid hasta los ciclos que incluyen la crisis financiera global, el auge tecnológico, el Covid-19 y el actual entorno de tasas altas y disrupción por inteligencia artificial.
En el tramo de cinco años, desde septiembre de 2020 hasta septiembre de 2025, una inversión de US$1.000 en el ETF SPY habría alcanzado los US$2.002, mientras que en oro se habría valorizado hasta US$1.868. En términos relativos, el S&P 500 entregó una rentabilidad de 100,3% en ese período, por encima del 86,8% registrado por el metal precioso.
En la ventana de diez años, los resultados siguen siendo similares. Los US$1.000 invertidos en el SPY se habrían transformado en US$3.388, frente a los US$3.199 que habría entregado el oro. Esto equivale a incrementos de 238,8% y 219,9% respectivamente, con una ventaja moderada para el índice bursátil.
Al extender el horizonte a quince años, el desempeño se inclina con más fuerza hacia las acciones estadounidenses. La misma inversión de US$1.000 en el S&P 500 se habría convertido en US$5.887, mientras que en el oro apenas llegaría a US$2.860. Dicho de otro modo, el índice acumula un avance de 488,7% frente al 186% del metal amarillo.
En este punto, desde 2010, se coincidió con un ciclo alcista inédito en acciones tras la crisis financiera de 2008 y 2009, mientras que el oro estaba en un nivel alto tras la crisis y pasó casi una década sin tendencia clara.
Finalmente, al observar los últimos veinte años, el oro retoma el liderazgo con un desempeño notable. La inversión inicial de US$1.000 se habría transformado en US$7.927, equivalente a una apreciación de 692,7%. En contraste, el S&P 500 habría llegado a US$5.362, lo que representa un retorno acumulado de 436,2%.
Oro: activo refugio y diversificador
Históricamente, el oro ha sido percibido como una cobertura frente a la inflación, una reserva de valor en momentos de tensión y una herramienta de diversificación en carteras conservadoras.
Su naturaleza física y su oferta limitada lo mantienen como un activo no correlacionado con los mercados tradicionales. Este año, su precio se ha beneficiado de factores como la inestabilidad geopolítica, la debilidad del dólar y las expectativas de relajación monetaria.
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Michael Hsueh, estratega de Deutsche Bank, explicó que “la combinación de crecimiento de la demanda en China y la debilidad del dólar estadounidense ha impulsado las compras especulativas de oro, que se han acelerado recientemente”. En su visión, pese a un crecimiento de más de 40% en el año, el panorama sigue favorable y cree que habrá “un crecimiento de la demanda estructuralmente más fuerte como un nuevo elemento para el mercado del oro”.
UBS también mantiene una visión constructiva sobre el metal. En su análisis más reciente, Wayne Gordon, Giovanni Staunovo y Dominic Schnider destacaron que mantienen la previsión de un precio de US$3.900 por onza para fines de junio de 2026.
Los analistas ven cinco factores que deberían respaldar los precios del oro: “una Fed menos restrictiva, tasas de interés reales más bajas, compras por parte de los bancos centrales, el dólar más débil y una demanda asiática sólida”.

El atractivo del oro también radica en sus múltiples vías de inversión. Desde la compra física (en forma de lingotes o monedas certificadas) hasta vehículos financieros como ETFs, futuros, fondos especializados o incluso acciones de compañías mineras, la exposición al oro permite a los inversores ajustar su perfil de riesgo.
Openbank, por su parte, resalta que “el oro es un activo refugio que sirve como punto de estabilidad en una cartera a largo plazo”, y enfatiza su papel en la diversificación, la liquidez y su valor intrínseco. No obstante, advierte que “no es un activo 100% seguro” y que su comportamiento puede volverse volátil en momentos de estrés extremo.
S&P 500: el impulso de la inteligencia artificial
La inversión en el S&P 500, por su parte, implica una apuesta por el desempeño del conjunto de las mayores empresas estadounidenses, diversificadas por sectores y con capacidad de generación de ganancias sostenida. A diferencia del oro, el índice refleja el crecimiento económico y los beneficios empresariales, además de incorporar dividendos cuando se invierte a través de vehículos como el ETF SPY.
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En el entorno actual, marcado por la inteligencia artificial, la transición energética y el envejecimiento poblacional, los analistas ven fundamentos sólidos para que el S&P 500 continúe su senda alcista. El equipo de UBS sostiene que “los beneficios sólidos deberían sustentar mayores ganancias bursátiles”, y proyecta que “las ganancias por acción del S&P 500 crecerán un 8% este año y un 7,5 % en 2026”.
Desde una óptica más táctica, el optimismo también ha ganado fuerza entre los bancos de inversión. El estratega de Deutsche Bank, Binky Chadha, elevó su objetivo de fin de año para el S&P 500 a 7.000 puntos, mientras que Wells Fargo también anticipa un aumento para finales del próximo año y Evercore estima que el índice podría llegar hasta los 7.750 puntos en 2026.
El impulso detrás de estas proyecciones no se limita solo a las expectativas monetarias, sino también al renovado entusiasmo por el gasto de capital en inteligencia artificial. “Hay espuma, pero mientras el gasto de capital en IA permanezca intacto, el mercado alcista debería continuar”, declaró Ohsung Kwon, estratega de Wells Fargo.

A este consenso se suma el diagnóstico de Bank of America, que cree que impulso de crecimiento se mantendrá “gracias al repunte del consumo y a una inflación contenida”, al tiempo que proyectan que sectores como tecnología, salud y consumo discrecional liderarán el avance.
Las vías de exposición al S&P 500 son también variadas, aunque más financieras que físicas. Los ETF que replican el índice, como el SPY o el VOO, son las opciones más populares, y permiten a cualquier inversor obtener una participación diversificada en el mercado estadounidense. A largo plazo, el índice ha ofrecido retornos consistentes impulsados por la innovación, la expansión global de las empresas tecnológicas y la resiliencia del consumo.